Ayer fue el día de S. Sebastián, el patrón de Palma del Río. El hecho no dejaría de entrar en la normalidad de cualquier pueblo si no fuera porque parte de la población palmeña ignora que S. Sebastián es el santo patrón de su localidad.
Ayer, una hermandad recuperó una procesión que había dejado de salir a la calle desde hacía más de 50 años. Tal abandono es, si cabe, más doloroso porque la Virgen de Belén, la patrona, disfruta, no de una, sino de varias procesiones al año que la conducen a las principales iglesias del pueblo. San Sebastián, en cambio, fue perdiendo galones. Su día dejó de ser festivo en lejano año y se trasladó a la resaca posterior a la feria de mayo. San Sebastián fue perdiendo galones, digo, su día de fiesta y hasta su procesión, y ha ido acumulando polvo, telarañas y tristeza mientras veía con los ojos llorosos el paso triunfal de la Virgen de Belén jaleada a gritos por el fervor de sus devotos.
Ayer, sin embargo, los cohetes pregonaron la festividad de un santo que, tras décadas de olvido, volvió a sentir en la calle el calor de sus fieles.