viernes, 21 de diciembre de 2007

¿Es grave que graven el grabar? (I)

Estos días se está hablando mucho del borrador que ha preparado el gobierno para regular el canon por copia privada que grava actualmente a los productos relacionados con la grabación de música y películas que la SGAE, principal beneficiaria de dicho impuesto, defiende a capa y espada.
El canon por copia privada no guarda ninguna relación con la piratería que amenaza al gremio de los creadores. Aunque en muchos medios de comunicación se ha dicho que es una especie de ataque preventivo contra las descargas ilegales y que equivale a tratar a todos los ciudadanos como delincuentes a todos los ciudadanos, en realidad el canon que pagamos en los CD y DVD vírgenes y que está previsto imponer en los mp3, no tiene nada que ver con el espinoso asunto de la piratería. Ese dinero se paga exclusivamente en previsión (y ahí seguramente esté el error) de las posibles copias que un usuario puede hacer para su disfrute personal. La copia privada no es, por tanto, el archivo que un internauta descarga del Emule o del Ares por la jeta, sino el duplicado del disco original que uno mismo pagó en la tienda para, por ejemplo, llevarla en el coche. También es una copia privada (no pirata) todas y cada una de las conversiones de las canciones de un disco legal para escucharlas en un reproductor de mp3 y de mp4. Por eso, estos aparatos también están sometidos a gravamen.
El proteccionismo de las leyes de propiedad intelectual en este ámbito es excesivo y sólo puede explicarse como compensación por las pérdidas (o las no ganancias) que ha provocado en el sector la universalización de la piratería.
En la propiedad intelectual, como en tantas otras cosas, hemos pasado de un extremo a otro: de la desprotección más absoluta que sufría el autor en el siglo XIX (recordemos que José Zorrilla no pudo disfrutar de los enormes beneficios que generaba anualmente su don Juan Tenorio y que padeció penalidades económicas, por su culpa casi siempre, en sus últimos años de vida) hasta los privilegios desproporcionados que hoy asisten a los creadores, a sus hijos, sus nietos y demás familia, que cobra por los derechos de su antecesor hasta 75 años después de su muerte.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Trágico erostratismo (II)


Cuando las autoridades se enteraron, gracias a la tortura, de la causa principal del suceso, prohibieron pronunciar el nombre de Eróstrato bajo la amenaza de imponer fuertes castigos a quien desoyera las leyes. Pese a la dureza de las penas, el nombre del pastor efesio no se perdió en el tiempo: prosperó y ha llegado hasta nuestros días.
Pero la Fortuna traidora no suele ser tan propicia para los Eróstratos contemporáneos. Generalmente, sus nombres quedan enterrados bajo la enorme maraña de información y datos que teje y difunde nuestro mundo a diario. Hay demasiados Eróstratos como para que el común de los mortales recuerde cómo se llamaban. El nombre del perturbado que hace un par de semanas convirtió un tranquilo día de compras en una noticia de alcance mundial tampoco soportará el paso del tiempo: es el menor homenaje que merecen sus víctimas.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Trágico erostratismo


Hace un par de semanas, en EEUU (que es donde suelen ocurrir estas cosas) un joven de 19 años agarró un arma de fuego y descargó su ominoso contenido indiscriminadamente sobre otros otros seres de su misma especie. El interfecto grabó un vídeo, como acostumbran a hacer los suicidas del siglo XXI, en el que explicaba los motivos de su acción. En él, el desequilibrado aseguraba que él mismo era una mierda, pero que tras perpetrar el delito infame que estaba preparando iba a hacerse famoso.

De la frase no comprendí bien la adversación, es decir, el pero. Uno puede ser una mierda anónima o una mierda célebre: lo cortés no quita lo valiente. En el argumento, el joven estadounidense confundía la velocidad con el tocino. No obstante, el extraño razonamiento del sujeto está hoy más de moda que nunca y se basa en un fenómeno cada día más común y cada vez más definitorio del mundo contemporáneo. Dicho fenómeno recibe el nombre de erostratismo (aunque podría haber tomado perfectamente el de síndrome de Eróstrato).

Eróstrato, un grieguecillo de a pie, normal y corriente, anónimo, que decimos ahora, pastor por más señas, deseaba que su nombre fuera recordado eternamente por encima de todas las cosas. Como no veía el modo de alcanzar celebridad por sus virtudes, su enfermizo cerebro planeó el modo en que su nombre permaneciera por siempre en la memoria de los hombres de todas las épocas: quemar el templo de Artemisa en Éfeso, una de las siete maravillas del mundo antiguo, que quedó completamente destruido.

(Continuará)

domingo, 16 de diciembre de 2007

Partos fronterizos

Hasta en el tedioso rellenar de papeleo que conlleva todo nacimiento en el mundo civilizado (y por civilizar) pueden encontrarse elementos humorísticos. Por supuesto que esos elementos subversivos son inconscientes: la burocracia no admite la risa, como el Jorge de Burgos de El nombre de la rosa.
En los Registros Civiles, junto a la señal de prohibido fumar, puede verse una señal del mismo pelaje con un hombre riendo. El Jorge de Burgos de la de Córdoba, que, por otra parte, se comportó impecablemente conmigo, me hizo rellenar una especie de cuestionario en el que se formulaban preguntas bastante personales que yo, quizá ingenuo, no tuve reparos en contestar. Tal vez debí haberle preguntado qué coño le interesaba al Registro muchas de aquellas cuestiones y por qué no se conformaban las altas instancias con el Certificado de nacimiento de Diego que me había expedido la matrona y cuyos datos principales yo había escrito con absoluto primor.
No lo hice. Me limité a comprobar la ridiculez de ciertos apartados, en especial de uno en concreto: el de la nacionalidad de los hijos nacidos en un parto múltiple; si una mujer da a luz a gemelos, trillizos, cuatrillizos y demás illizos, debe consignar la nacionalidad de todos y cada uno de ellos. Me imaginé a una pobre madre en la frontera entre dos países, pongamos entre Moldavia y Rumanía, echando al lado rumano de la línea a un recién nacido y al lado moldavo al siguiente, con lo cual los hijos impares serían rumanos y los pares, de Moldavia. Sería la solución ideal para una pareja formada por un ciudadano de cada nación. Pero parece bastante complicada. Más tarde pensé en que la dichosa mujer podría haberse puesto de parto en el Oriente-Exprés, o en uno de esos viajes relámpago que en pocos días te llevan a visitar (más bien a pasar por) cinco o seis países. Con un poco de suerte, si los bebés respetan unos tiempos mínimos de nacimiento, el primero puede ser español y el último eslovaco, pasando por las más diversas nacionalidades (y no digamos si atraviesa esa fantástica nación de naciones que todos conocemos).
La casuística (como se dice ahora con pompa y circunstancia) es múltiple, pero no creo que merezca la pena ahondar en ella. Bastantes chorradas aguantamos a diario. Yo, por hoy, me conformo con las susodichas.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

El niño con el pijama de rayas

La lectura de El niño con el pijama de rayas, de John Boyne, ha venido a corroborar la ineptitud de mi cerbro para vislumbrar grandes éxitos literarios. Si me dedicara al mundo editorial, acabaría con mis huesos en cualquier esquina del metro pidiendo, más que dinero, clemencia. O, más que clemencia, dinero. Así que dejaré ese trabajo en manos de verdaderos profesionales.

Digo esto porque he leído El niño con el pijama de rayas, que ha arrasado en las librerías de Irlanda, España y medio mundo, del que hablan hasta personas que habitualmente no emplean su tiempo en la lectura (quizás la saga de Harry Potter); he leído El niño..., digo, y no me ha parecido gran cosa; una novelita curiosa y poco más.

No soy muy dado a leer los libros de moda de cada momento (Código Da Vinci, etc.). Me embarqué en la lectura de la novela de John Boyne a través de Adela, que lo compró por los encendidos elogios que le dedicaban sus compañeras del Departamento de Lengua. El editor ha ideado, además, un método infalible para excitar la curiosidad del lector potencial: declarar secreto el argumento, porque conocerlo "estropearía la experiencia de su lectura". Sabían que había que mantener la discreción las compañeras de Adela, algún compañero mío, Adela y yo mismo, y nadie se fue de la lengua ni lo más mínimo (incluso soportando torturas), así que no esperen que revele en estas líneas un misterio que en realidad no es tal: uno descubre a las pocas páginas de qué va el invento (tal vez porque está sobreaviso) y por eso el enigma me parece más que nada publicidad, puro marketing.

No desvelaré, pues, el arcano. Sólo comentaré que los hechos están contados desde el punto de vista de un niño y que eso determina la sencillez extrema que preside toda la novela. El editor aprovecha esa sencillez para recomendársela a adultos y a niños desde los 13 años (no cabe duda de que el tipo es listo). Mi recomendación sería la contraria: me parece que es un libro para niños que puede leer, si lo desea, algún adulto. Tras su arrollador éxito, me he alegrado de no ser editor, porque para subsistir tendría que recurrir sin duda alguna a la delicuencia (más o menos) organizada.



¿Qué le ha parecido El niño con el pijama de rayas de John Boyne?

lunes, 10 de diciembre de 2007

El nuevo periodismo y el efecto Matías

Viendo una noticia en los informativos de Telecinco, orgullosos de haber incorporado a su elenco de presentadores a Marta Fernández, me percaté definitivamente de que estamos ante un nuevo periodismo que nada tiene que ver con el de épocas pretéritas o con el que se aconseja en los manuales y se aprende (si es que es posible) en las escuelas.

Entre los subgéneros periodísticos, la noticia es quizá el más importante, el más común y, sin duda, el más reglamentado. Su primer párrafo, el lead, debe responder a las célebres seis w, y si no a todas, sí a la mayoría. El resto de la noticia, es decir, el cuerpo, es más libre, pero se topa incontestablemente con algunos rasgos que debe poseer: la imparcialidad y la objetividad. El periodista sólo puede incluir datos que puedan ser demostrados o que haya presenciado directamente. Pero en el nuevo periodismo tales presupuestos se desechan sin mayores miramientos. Y no necesariamente por intereses más o menos lícitos y más o menos sectarios. A veces se violan las más elementales normas del periodismo simplemente para obtener un mayor número de espectadores haciendo más entretenida la noticia. Una forma de conseguirlo es novelando con mayor o menor descaro los hechos que se cuentan. Si dos miembros de ETA escapan tras asesinar a dos personas y recorren media Francia en coche, Informativos Telecinco no dirá eso, que es un peñazo y puede decirlo cualquiera, sino que introduce unas gotitas de recursos narrativos y dice "Por el camino, van mirando el paisaje y apenas hablan" o algo muy parecido. ¡Qué coño sabrás tú si iban hablando o no! A lo mejor iban escuchando la Campanera y el sentimiento les entornaba los ojos. Pero ese no es el tema. Los telediarios no pueden convertirse en remedos cutres de los infumables telefilmes que comienzan su metraje con la fórmula "basado en un hecho real". Pero qué vamos a esperar de unas televisiones que han degradado los noticiarios y los han convertido en un cajón desastre en el que brillan con luz propia las ferias de todo tipo (turismo, coches, casas del futuro, qué sé yo), las noticias sociológicas (cuántos polvos echa usted al año, dónde y con quién) y la carnaza, el bautizado por Pablo Motos como "efecto Matías": mujeres haciendo topless en las playas, desfiles de modas de Victoria's Secret con Giselle Bundchen y compañía prácticamente desnudas, etc., etc.

Si estos programas pueden denominarse noticiarios, el Tomate acabará entrando en la categoría de documentales por méritos propios. Los mandamases de Telecinco están como locos por procurarse cuanto antes los servicios de Pedro Erquicia...












La Blogse, demostrando que es capaz de recurrir como el que más al "efecto Matías".

martes, 4 de diciembre de 2007

¡Ha llegado Diego!


El viernes, por fin, nació Diego. Llevábamos varios meses esperándolo y fue a ver la luz el mismo día que su bisabuelo paterno, el día de San Andrés, el que dio nombre no sólo a su bisabuelo, sino a un tío abuelo, a un tío segundo y a su propio padre, que se llama Pablo Andrés. Diego se llama como su abuelo y como su tío (como yo, que me llamo como mi abuelo y como mi tío en las dos ramas de la familia, la de Pablo y la de Andrés). El embrollo de nombres familiares se completa con mi sobrino Pablo Andrés, que se llama como su tío, es decir, yo (con lo cual se llama igual que dos de sus bisabuelos), y cuyo padre se llama Diego, es decir, como su primo y como su abuelo. Ya le hubiera gustado a García Márquez forjar un lío de nombres semejante y no ese claro y transparente árbol genealógico de la familia Buendía que presenta en Cien años de soledad.

Nos hemos tirado desde el viernes hasta hoy en el hospital, así que he tenido que dejar el blog un poco de lado aunque, cuando he vuelto a él, me he encontrado con una considerable cantidad de felicitaciones. Diego y yo os las agradecemos mucho: ninguno de los dos esperaba menos de, como dice Nerea, sus tíos blogueros.

jueves, 29 de noviembre de 2007

El cambio idiomático: un ejemplo

Hace algún tiempo lanzábamos desde aquí un desesperado S.O.S. ante la prolongada desaparición de cuyo. Nuestro bienamado determinante relativo, cuya forma pronominal se perdió en el curso de algún siglo pretérito, ha debido de caer en un pozo profundo, en un agujero negro desde el que nos es imposible oír sus gritos, su preciosa voz, lo cual resulta especialmente doloroso para un vocablo.
Cuyo es el pariente venido a menos de la familia de los relativos. Pero a otros miembros de la familia les va mucho mejor. Donde es el nuevo rico, el indiano que se marchó a las Américas con los pies descalzos y un mendrugo de pan duro, y retorna a su país de origen con el coche forrado de billetes de 500 euros. Cuyo está agonizando mientras que donde está más vivo que nunca y se emplea para muchos usos que no le corresponden. Como adverbio relativo, su antecedente debe ser un lugar, pero actualmente aparece en contextos inverosímiles. Citaré un par de ejemplos que he oído o leído hoy mismo: ""Hoy es un día donde el Gobierno estará compartiendo la alegría de ver al presidente de la AVT entrando por la puerta de la Audiencia Nacional". El error es tan evidente que elplural.com y otros medios lo han corregido por "Hoy es un día en el que...". Alcaraz ha pronunciado la primera versión. Antes, a primera hora de la mañana, Carlos Herrera ha utilizado de la misma forma el adverbio relativo en cuestión, pero no puedo transcribirlo aquí porque no lo recuerdo con exactitud. En cambio sí puedo citar un ejemplo antológico que aparece en un texto de algún gobierno o instituto gubernamental (central o autonómico) que ha surgido al albur de la celebración del día contra la violencia machista: "La violencia es uno de los problemas pendientes de resolver en nuestra sociedad. Se fundamenta en una relación de poder, donde alguien trata de dominar a otra persona [...]". Así reza el texto [que luego deambula agarradito a la ortodoxia de lo políticamente correcto] con una incorrección más flagrante que las anteriores, sobre todo porque se halla en un texto escrito que ha sido dado a la imprenta y que, por tanto, ha sido meditado y corregido, cosa que no han podido hacer ni Carlos Herrera ni F.J. Alcaraz.
El donde relativo se expande a mayor velocidad que el mejillón-cebra. Es una especie autóctona que se impone a otras especies igualmente autóctonas, sólo que más torpes. Si queremos detenerlo debemos actuar para controlar el sitio que pertenece a cada cual antes de que tengamos que lamentarnos de extinciones y usurpaciones de hábitat. Contra la evolución no: contra el cambio idiomático incontrolado, castellanohablantes todos, uníos.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Fortuna, traidora, te vas de mudança

La Fortuna traidora me ha deparado una desagradable sorpresa precisamente hoy, que por la mañana había cerrado triunfalmente mi legislatura en el consejo escolar de mi instituto. Pero la Fortuna, como la luna, es voluble, a veces, en extremo: a las 12:00 estaba situado en la parte alta de su rueda indomeñable, donde viven los triunfadores, los ricos, los poderosos y los vividores al estilo de Marc Ostarcevic, mientras que a las 17:00 me rodeaban perdedores, villanos y desgraciados del más vario pelaje. Saludé a don Álvaro de Luna, cabeza del Reino que le cortó la suya en Valladolid sin temblores absurdos, y me dirigí adonde el azar, la suerte, el insustancial laberinto de la Providencia me habían conducido: a formar parte de la mesa electoral para nombrar a los representantes de los alumnos en el consejo escolar de la escuela oficial de idiomas de Palma del Río. La tarde se presentaba, pues, triste, fría y lóbrega, sobre todo lóbrega, como diría mi padre.

La mesa estaba colocada en el pasillo, enfrente de la puerta de entrada, lugar estratégico para que ningún alumno pudiese ignorar nuestra presencia y para que el aire frío que ya va aposentándose por estos lares rebozase nuestros cuerpos de un material semejante a la escarcha gaseosa. Tan aburridos eran los comicios (el acto electoral) que se había aderezado con la votación de unas postales navideñas que competían por un concurso organizado por la escuela, lo cual aportó un relativo entretenimiento a lo que no podía dejar de ser un insoportable y soporífero enclaustramiento forzoso. De las cuatro tarjetas seleccionadas por las altas instancias, sólo una destacaba con cierto encanto: un árbol de navidad compuesto de manos de diferentes tamaños y colores, reunidas con cierta armonía y gracia. Las demás pecaban de puerilidad o recordaban excesivamente dibujos navideños que se pueden imprimir directamente desde internet incurriendo, eso sí, en un detalle significativo: el plagio.

Salí del instituto/escuela oficial de idiomas de Palma a las nueve de la noche, doce horas y media después de haber entrado en el mío. La victoria final se había dirimido en el último momento y por escasos votos. La traidora y contumaz Fortuna, cuyos desvaríos han cantado tantos poetas en tantos siglos, aumentaba su inabarcable leyenda y dejaba en mi cuerpo marcas profundas e indelebles: la resaca habitual tras la ingestión de una tediosa gragea de la vida eterna.

martes, 27 de noviembre de 2007

And wait. And wait. And wait.

"Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, la Europa prisionera volvió los ojos con esperanza o con desesperación hacia la libertad de los EEUU. Lisboa se convirtió en el más importante punto de partida. Pero no todos podían llegar directamente a Lisboa. Así nació una tortuosa ruta de refugiados. De París a Marsella. A través del Mediterráneo a Orán. Y desde allí en tren, o a automóvil o a pie, bordeando África, hasta Casablanca, en el Marruecos francés. En ella, los afortunados, con dinero, influencia o suerte, pueden obtener visados y viajar hacia Lisboa. Y desde allí al Nuevo Mundo. Pero los demás esperan en Casablanca. Y esperan. Y esperan. Y esperan."

Así comienza Casablanca, la mítica película que cuenta los avatares que suceden en una ciudad claustrofóbica controlada por la Francia ocupada a la que llegan muchos fugitivos en busca de un avión que los aleje del conflicto bélico y de la persecución nazi. La corrupción, las influencias y el más acendrado altruismo, juntos y aun revueltos en algún personaje, conviven en un lugar del que es casi imposible escapar.

Tras varios días esperando infructuosamente el nacimiento de Diego, uno se siente un poco como los personajes encerrados en Casablanca en busca de un salvoconducto. Esperamos, esperamos y esperamos. Sólo nos queda el consuelo de que, cuando el ansiado día vea la luz, asistamos al inicio de una gran paternidad...

sábado, 24 de noviembre de 2007

Cumpleaños de Álvaro

Hoy es el cumpleaños de mi hermano Álvaro y, para celebrarlo en el blog, había pensado en incluir en esta entrada el poema "Estanque", de la época creacionista de Juan Larrea; pero no lo encuentro por ninguna parte en internet y no puedo disponer en estos días del libro en que lo tengo, así que me conformaré con reproducir sus últimos versos:
Por toda respuesta,
los cisnes,
2 a 2,
levan áncoras.
¿Qué relación guardan el poema y el cumpleaños?

viernes, 23 de noviembre de 2007

Televisiones hipócritas

El Gobierno, informa El País, ha convocado a las televisiones para debatir cómo tratar el tema de la violencia machista tras el asesinato de una joven rusa a manos de su ex novio pocos días después de que éste le pidiera una segunda oportunidad en El diario de Patricia, cuyos responsables desconocían las acusaciones de malos tratos y la orden de alejamiento que recaían sobre el enamorado que buscaba retomar una relación rota a base de golpes.

Ahora, tras la muerte de Svetlana, se demuestra por enésima vez que para que se tomen medidas en este país (o, más bien, para que se hable de tomar medidas) tiene que ocurrir una tragedia. Hace varios años se firmó un paquete de medidas que se basaban fundamentalmente en la autorregulación del contenido de las televisiones y en el establecimiento de un horario infantil en el que cierto tipo de programas y de temas quedaba absolutamente vedado. Pero una gran parte de los canales de televisión, fundamentalmente Antena 3 y Tele 5, han incumplido sistemáticamente el pacto firmado sin que prácticamente nadie (nadie con poder, quiero decir) haya exigido su cumplimiento o, en su caso, la imposición de las sanciones correspondientes.

Ahora que ha muerto Svetlana, aunque no haya muerto por la acción de unos programadores inconscientes, sino por el afán de posesión y de venganza de un macho primitivo con mente criminal, todos nos rasgamos las vestiduras. Lo menos que podría esperarse en estos momentos es que los responsables de las televisiones reflexionen y que el gobierno y demás instituciones se ocupen de cortar de raíz la búsqueda de audiencia a través de la exposición del morbo y de la violencia, y no sólo de la relacionada con los malos tratos ni con los programas basura al estilo de El diario de Patricia o el representante más eximio de este tipo de espacios: Aquí hay tomate. Los telediarios de varias cadenas estuvieron repitiendo hasta la náusea y durante varios días la agresión racista y arbitraria del metro de Barcelona o las imágenes de móvil en las que un adolescente agredía salvajemente a otro ante el entusiasmo del amigo cámara. La excusa que suelen argüir para emitirlas es tan vieja que ya la usaron con cierto éxito Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, y Fernando de Rojas, en La Celestina, y por eso ruboriza: mostrar las imágenes para condenar la acción y repudiar a los culpables. Ocultar la verdadera intención de su emisión, la de conseguir audiencia a cualquier precio, sólo puede partir de mentes retorcidas que se esconden bajo una gruesa capa de la más detestable y refinada hipocresía.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Salamanca: 12 de octubre de 1936 (II)

El 12 de octubre de 1936, Miguel de Unamuno era el hombre mayor de barba blanca, nariz aguileña y quevedos que ha consagrado la iconografía literaria (porque imagino que hubo un día en que Unamuno fue joven), el hombre que presenciaba las procesiones de Semana Santa de Medina de Rioseco apoyado en un poste de los soportales de la calle Mayor, frente a la tienda en la que pasé una parte de mi adolescencia, el hombre que dio nombre a un rincón de la Plaza Mayor que hundió la piqueta y que es añorado aún hoy por los riosecanos que nunca lo conocimos.
Unamuno no tenía previsto intervenir en el acto del Paraninfo, pese a ser el Rector de la Universidad, pero el intelectual que cargaba contra todo y contra todos, que había estado en contra de la dictadura de Primo de Rivera, quien le mandó como exiliado a Fuerteventura, contra la Segunda República y que había de manifestarse contra la sublevación armada del bando nacional, no pudo permanecer callado ante el discurso que se pronunció en el evento cargado de críticas contra la llamada anti España: Cataluña y el País Vasco. Unamuno sabía que se jugaba, como decía Umbral, la vida y el porvenir, (aunque porvenir no le sobraba, ya que murió ese mismo año); varios amigos suyos habían sido asesinados en la represión franquista. Pero es que el Rector Magnífico no sabía actuar de otra manera: "A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia". Citó en su discurso varias de las paradojas y juegos de palabras a los que era tan aficionado y que pueblan todas sus obras (Niebla, San Manuel Bueno, mártir, Del sentimiento trágico de la vida...): denunció la guerra incivil que estaba sufriendo España y, cuando escuchó el oneroso grito de "Viva la muerte", indignado, respondió: "Pero ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito de "¡Viva la muerte!" Esto me suena lo mismo que "Muera la vida". Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente". Con valentía no exenta de temeridad, Unamuno arremete contra Millán Astray, quien ha asistido al acto acompañado por varios legionarios armados que se cuadran ante la primera intervención de su líder. Unamuno lo compara con Cervantes por su invalidez, y en la comparación muestra las carencias espirituales del militar: "El general Millán Astray quisiera crear una España nueva, creación negativa sin duda, según su propia imagen. Y por ello desearía una España mutilada...".
Millán Astray no aguanta más y grita: "Muera la inteligencia", frase que José Mª Pemán, presente en el acto, rectifica: "No. ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!". Unamuno, entonces, sin perder un ápice de su arrojo, pronuncia las célebres palabras: "Venceréis, pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir, y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha".

Ante el cariz que toman los acontecimientos, y para evitar males mayores, Millán Astray le dice al escritor que tome del brazo a Carmen Polo, esposa de Franco, y salga del Paraninfo. A pesar de todo, a Unamuno su intervención le costó muy cara: fue expulsado inmediatamente y sin contemplaciones del Ayuntamiento salmantino y el día 22, destituido como rector. Don Miguel pasó los últimos meses de su vida recluido forzosamente en su casa hasta que el 31 de diciembre emprendió el verdadero viaje a ninguna parte (el que ha emprendido ayer, por desgracia, nuestro admirado Fernando Fernán Gómez).

Afortunadamente, la historia se ha encargado de colocar a cada uno en el sitio que en justicia le corresponde.

martes, 20 de noviembre de 2007

Salamanca:12 de octubre de 1936 (I)

Hay muchos episodios de la historia de España que parecen sacados de un pasaje de una novela o de una película, aunque veo difícil que el escritor más vigoroso y con mayor talento hubiera logrado que las más preclaras musas le soplaran dulcemente al oído unos hechos tan sobresalientes como los que tuvieron lugar en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936. Se celebraba entonces el Día de la Raza en un país sumido en la destrucción de la contienda bélica y en una ciudad que estaba sufriendo la furibunda represión del bando sublevado. En el Paraninfo, junto a otras personalidades, se encontraban el Rector de la Universidad de Salamanca, Miguel de Unamuno, y Millán Astray, fundador de la legión y una de las cabezas visibles de los nacionales.

El suceso no ha sido llevado al cine (aunque para hacer una obra maestra sólo se necesitan un par de cámaras y un buen elenco de actores), pero sí a la escena. En la Feria de Teatro del Sur, que se celebra a principios de julio en Palma del Río, un montaje presentaba a Millán Astray como un personaje prácticamente guiñolesco, con su invalidez guerrera a cuestas. Cantando bajo las balas, un mano a mano entre Astray, encarnado por Adolfo Fernández, y un pianista que se encarga de la banda sonora y de acompañar al protagonista en los números musicales, cuenta a partir del leit-motiv continuo de los sucesos del Paraninfo varios acontecimientos de la vida del militar español que le han convertido en el inválido que es en 1936, cuando se enfrenta con Unamuno.
Las palabras que pronuncian Astray, Unamuno (y otros, como José Mª Pemán) van más allá del "Mueran los intelectuales. Viva la muerte" del legionario y del "Venceréis pero no convenceréis" que le espetó don Miguel, que hasta ese momento pasaba por ser el intelectual más importante que apoyaba el alzamiento.
El asunto es muy extenso, así que acabaremos esta entrada como algunos capítulos de las series televisivas: "Continuará".
Las múltiples heridas de guerra de Millán Astray

lunes, 19 de noviembre de 2007

Nostalgias de El Mundo

La noticia que el sábado encabezaba la portada del diario El Mundo traía a la memoria la época dorada del periódico, los años que lo situaron en primera línea del periodismo, el tiempo en el que las investigaciones que abrían (a cuentagotas, por cómodos fascículos) el periódico eran posteriormente refrendadas por los tribunales.

Yo, en plena adolescencia, leía las informaciones sobre los GAL, Roldán, Filesa y tantos otros escándalos que acabaron hundiendo el felipismo, en la tienda, como la llamábamos nosotros, a secas. En ella pasamos Diego, Alicia y yo (Álvaro se libró por ser muy pequeño) larguísimas horas. Por su naturaleza, pocos clientes aparecían por allí y nuestra labor con ellos consistía exclusivamente en correr con la mayor velocidad a nuestro alcance hasta casa y llamar a nuestra madre para que a la mayor brevedad bajara y atendiera al cliente.

Pocas veces las horas se demoraban tanto en su transcurrir como en la tienda. Y eso que disfrazábamos el aburrimiento o, directamente, lo matábamos, a base de amigos, cartas, libros, música y, por supuesto, el periódico; a ese tedio, sin embargo, le debo gran parte de mis lecturas de entonces, pues a diario bajaba a la tienda pertrechado con un libro de poemas y una novela. Mi fidelidad a la literatura acababa en el momento exacto en el que, por fortuna, regresaba mi padre del taller. En cuanto adivinaba su figura, agarraba répidamente mis libros y dejaba a mi padre hablando con Felipe o jugando una de las múltiples variedades de solitario que conocía.

El sábado por la mañana leí la noticia sobre Vera, Amedo y Domínguez y, por un momento, me vi transportado a un tiempo ya caduco y a una tienda que, tal como la vivimos nosotros, ya no existe.

sábado, 17 de noviembre de 2007

La falaz resurrección del Ave Fénix


Los primitivos cristianos tomaron de los griegos y egipcios la figura mitológica del Ave Fénix para representar la resurrección de Cristo. El Ave Fénix era un soberbio pájaro originario de Arabia cuyas plumas estaban teñidas de hermosísimos colores. Cuando el ave sentía que se acercaba su final, preparaba con mimo su lecho de muerte, del que resurgiría un ave fénix, pasados, si no recuerdo mal, nueve años. Este extraño fenómeno inspiró la metáfora cristiana que vinculaba la resurrección de Cristo con la del ave. Pero el Fénix, último asidero de los que no esperamos una vida futura, no renace de sus cenizas, como se dice habitualmente, o sea, que no resucita. Lo que nace es un Ave Fénix diferente, su hijo, por decirlo así. Es un procedimiento de reproducción inaudito y único, pero procedimiento de reproducción, al fin y al cabo, no de resurrección. Esta peculiar forma de gestación consigue un control absoluto de la población de la especie, mucho más efectivo que el que realizan las autoridades chinas. El número de individuos es siempre el mismo y esto no lo puede negar absolutamente nadie, más allá de que el animal exista o no exista. De hecho, se puede decir que el Ave Fénix, como la energía, ni se crea ni se destruye, sino que se transforma en un invididuo nuevo, un nuevo Fénix que vivirá tanto tiempo como seis hombres. Sus restos mortales serán el embrión del que surja el nuevo ser.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Historia rauda del escritor-abeja

Decían los antiguos que el escritor debía efectuar su labor igual que las abejas, que fabrican miel a partir del néctar de las más variadas flores. La metáfora del escritor-abeja, presente ya en el teatro de Aristófanes, arraigó en el mundo grecolatino y aparece en los escritos de autores ilustres de la época romana, particularmente de Séneca. Era aquel un tiempo en el que la imitación (en un sentido amplio, no el plagio, desde luego) no es que no se estimara como un demérito, sino que se consideraba muy recomendable e incluso imprescindible para volar alto en el mundo de las letras. Cambió radicalmente esta concepción el encumbramiento de la originalidad que preconizó el Romanticismo (con lo poco originales que nos salieron, en general, los pobres) y que endiosó la vanguardia. Los llamados ismos abominaban de la imitación. Se cargaron al escritor abeja que llevaba unos siglos maltrecho y decidieron reinventar el arte en cada poema, en cada novela, en cada obra. Pero eso conducía directamente a la destrucción del arte y, lo que es peor, a la inmolación del artista. Los escritores comenzaron a fijarse en el pasado para crear sus obras (no ha habido otra época más preocupada por la historia que la nuestra). Aprendimos la palabra intertextualidad y se creó una nueva acepción para el término homenaje. Y resulta que, cuando el escritor-abeja parece resurgir de sus cenizas, son las abejas mismas las que están sufriendo el varapalo de los nuevos tiempos...

Muerte de Séneca de Pedro Pablo Rubens

jueves, 15 de noviembre de 2007

De sorprendentes competencias básicas

Desde el año pasado, entre octubre y noviembre, la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía nos agasaja a los profesores de lengua y de matemáticas con la realización de las pomposamente denominadas pruebas de evaluación diagnóstica, destinadas a los alumnos que acaban de comenzar tercero de ESO.
En realidad, no sé por qué tenemos que corregirlas los profesores de lengua, ya que ni siquieran llevan el nombre de la asignatura (Lengua castellana y literatura), sino que se llaman de comunicación lingüística. Consisten en un par de cuadernillos con preguntas para evaluar las "competencias básicas" de los estudiantes, es decir, comprensión oral y escrita, y expresión escrita, nada complicado: preguntas sobre una factura de luz, o sobre una interesantísima acta de una reunión de vecinos. Los que elaboran las pruebas se meten en la piel de los adolescentes y buscan ejercicios que estén en la onda: un texto con las palabras tron, tío y pringado (que tenían que definir), una canción de Andy y Lucas en la que se repetía hasta la náusea la palabra manos..., cosas así.

El único aspecto que forma parte de la disciplina de la asignatura y que se incluye en los cuadernillos (se ha incluido en las dos ediciones) es la dialectología del andaluz. No se pide nada de sintaxis, ni de morfología, ni de literatura. Los niños no tienen que saber dónde se habla español, ni qué define al teatro o la poesía; no tienen que conocer prácticamente nada de lengua ni de literatura, salvo leer y escribir con corrección, y entender a una lucentina que se quejó en la radio de que su hijo había pagado una multa y de que, a pesar de ello, los avariciosos de la DGT se la querían cobrar otra vez. Pero, en opinión de la Junta de Andalucía, lo que sí ha de figurar entre las competencias básicas de todo alumno es conocer todos y cada uno de los rasgos de las hablas andaluzas: seseo, ceceo, aspiración de la h, relajación de la -s en posición implosiva, etc., todos, sin excepción.

La desproporción entre la importancia otorgada a unos conocimientos frente a otros sólo puede obedecer a ese fenómeno en pleno auge en muchas autonomías desde que recibieron las competencias en educación: la exaltación de las peculiaridades regionales e, incluso, en algunas, el adoctrinamiento identitario del alumnado. ¡Si en las pruebas hasta rebajaban un punto la nota del ejercicio de la mujer de la multa si en el resumen el estudiante no indicaba que los hechos transcurrían en Lucena!

De todo el currículo (el plan de estudios) de la asignatura que no se refiere a la competencia comunicativa, los autores de la prueba de diagnóstico del año pasado y de este curso han considerado exclusivamente imprescindibles los rasgos de las hablas andaluzas. Y lo peor de todo (o lo más significativo) es que nadie de mi departamento se ha sorprendido de ello. Ya estamos acostumbrados a estas cosas.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Misterio sin resolver (se ruega colaboración)

Gonzalo, un gran amigo de mi época universitaria al que el amor ha conducido, como es lógico, a Roma desde su Aranda de Duero natal, se preguntaba cómo era posible que los indios de las películas de Hollywood (las de John Ford, John Wayne y compañía), se valiesen de infinitivos para hablar en inglés ("Yo hacer fuego"), cuando precisamente las desinencias verbales son casi inexistentes en esa lengua. Yo, que no tenía ni la más remota idea de inglés, pues elegí el francés incautamente en BUP y COU, no sabía qué responderle, aunque sospechaba que la solución al misterio, como ocurre tantas veces en el cine, se hallaba en el doblaje. Ahora que asisto a clases de inglés en la escuela oficial de idiomas, tal vez pueda aportar algo de luz a este Expediente X.


[Si alguno ha manejado información reservada y conoce la respuesta, que nos ilumine, por favor, con su sabiduría]
Indio sioux tan ancho después de proferir en un breve parlamento treinta y seis infinitivos.

martes, 13 de noviembre de 2007

El síndrome del siglo XXI

Ulises y las sirenas de Herbert Draper


Cada vez estoy más convencido de que lo que distingue a los seres humanos del siglo XXI de los de otras épocas es nuestra inaudita capacidad para padecer los más variados síndromes. Hordas de soterraños y ocultos psicólogos y psicoanalistas se encargan de sacarlos a la luz paulatinamente y con mucha prudencia, porque si los aislaran y comunicaran todos a la vez, de sopetón, no habría bicho viviente que escapara a los indeseables síntomas de una depresión de caballo.

No hay cambio de ánimo, por pequeño que sea, que eluda la acción globalizadora de estos creadores de sensaciones. Hace tiempo, algún eximio (dicho sea sin segundas) psicólogo comprobó que un amplio porcentaje de la población sufría bajón de ánimo, tristeza y conato de depresión cuando se incorporaba al trabajo tras las vacaciones. Aunque parezca mentira, a nadie, hasta ese momento, se le había ocurrido ponerle nombre a tal fenómeno y no desaprovechó la oportunidad de ascender en el mundo académico. Nacía así el llamado síndrome posvacacional (véanse sobre este tema los telediarios de Antena 3 de septiembre de todos los años), que enseguida formó pareja con el síndrome prevacacional, es decir, la inquietud que se produce ante la inminencia de las vacaciones. Yo hubiera completado el círculo de las vacaciones agregando a los citados síndromes el vacacional, que consistiría en una euforia incontenible y una alegría desbordante y contagiosa.

Por cierto, que las autoridades sanitarias aconsejan a quien no sufra estos "problemas" psicológicos que se mire el pulso y compruebe su respiración, porque es muy probable que sea un robot de Minority report que ignora su verdadera naturaleza artificial.

Considerar un síndrome estar depre por regresar al tajo, como diría David Cantero, tras unas placenteras vacaciones es lo mismo que llamar al dolor (físico y mental) provocado por un puñetazo el síndrome de la hostia bien dada.

Pero la moda es la moda. El último grito (¡ay!) es extraer de la mitología griega (o grecorromana) los nombres de los síndromes. Atlas y Ulises ya disponen del suyo. Con la facilidad con la que surgen, en breve, todos, dioses y hombres, disfrutaremos del nuestro.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Variaciones sobre el carpe diem

Se leía en clase de Adela el Soneto XXIII de Garcilaso de la Vega, cuyo tema principal es, como todos ustedes recordarán, el carpe diem:

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar, ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.

Tras su lectura, Adela preguntó qué quería decir este poema y contestó una alumna:
- ¿Que lo que se van a comer los gusanos, que lo disfruten los cristianos?

La anécdota me trajo a la memoria el escolar (y conocidísimo) pasaje del Juan de Mairena en el que el alter ego de Antonio Machado le pide a un alumno que pase a lenguaje poético la frase "Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa". El muchacho escribe en la pizarra: "Lo que pasa en la calle".

¿El Soneto XXIII de Garcilaso viene a decir que lo que se han de comer los gusanos, que lo disfruten los cristianos? Bueno, más o menos. "No está mal", respondería el maestro.


domingo, 11 de noviembre de 2007

Con zeta de Saturna (y de Zapatero)


Ayer hablaba aquí sobre la imprescindible actualidad de los clásicos y hoy he encontrado una muestra más (y extrema) de que los grandes autores no pasan nunca de moda y son necesarios en el mundo de hoy, como lo fueron en el de ayer y como lo serán en el de mañana (siempre que no sean aniquilados por el cambio climático y demás catástrofes naturales).

Leyendo Tristana, una novela de Pérez Galdós, me he topado con este fragmento, que bien podría haber encabezado cualquier noticiario de esta tarde: "Libertad honrada es mi tema..., o si quieres, mi dogma. Ya sé que es difícil, muy difícil, porque la sociedaz, como dice Saturna...". Con zeta de Zapatero, podría haber añadido, pero el fondo de la cuestión ya estaba dicho.

El académico Juan Luis Cebrián ha condenado con dureza la ortográficamente heterodoxa campaña del PSOE. Seguramente haya sido su mayor aportación a la RAE desde que entró a formar parte de tan distinguida institución. El exceso de celo del excelso académico sólo puede explicarse por razones muy alejadas a las propiamente lingüísticas. De ahí que critique una campaña con una crudeza que no han usado ni los rivales políticos del Presidente del Gobierno, que bastante tiene con lo que ha ocurrido en Chile. A Rodríguez Zapatero se le notaba en sus declaraciones que ha pasado unos días muy duros por la lamentable actuación de Chávez y Ortega en la Cumbre Iberoamericana. Por eso, prefiero recordar la exitosa liberación de los tres españoles detenidos en Chad y rectificar mis comentarios del lunes. Si me detienen en algún país extranjero, ya no me haré pasar por un francés cualquiera. "Soy español de pura cepa", diré, o mejor, no diré nada. Así contribuiré activamente al éxito de nuestra callada diplomacia.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Los ambientadores de escena

Si hay algo que odio es ver a algún actor, o director de escena o profesor de literatura, o quien sea, justificando el montaje o la lectura de alguna obra clásica (especialmente de teatro) por su actualidad, es decir, por su validez en el mundo de hoy. Precisamente suelen escudarse en este argumento (ya tópico) quienes gustan de hacer versiones más o menos libres de las creaciones clásicas, de lo cual deduzco que no son tan útiles para nuestro tiempo si necesitan, como los antivirus, de actualización continua. Recuerdo a Cayetana Guillén Cuervo considerando superior El abuelo de José Luis Garci a la novela de Galdós en la que se basaba por el mero hecho de que había añadido elementos que aumentaban su interés para el espectador de hoy.
Pero, aunque esta referencia sirva, yo me refiero principalmente a las ambientaciones de obras clásicas en épocas absolutamente anacrónicas. En Valladolid, una compañía, de cuyo nombre no puedo ni quiero acordarme, representó una Fuente Ovejuna cuyos personajes estaban inmersos en plena lucha obrera, en medio de la revolución social.
Si se acudiera a la re-ambientación en casos puntuales, el asunto no dejaría de ser menor e incluso interesante; pero es que las ambientaciones ajenas a la expresada por el autor ganan en número a las versiones originales. Hay muchas obras que he visto en varias épocas que ya le hubiera gustado conocer al escritor de turno, pero nunca en la suya propia. Cuando el autor decidió una fecha histórica concreta, diferente a la suya, el cambio es más sangrante, especialmente porque los creativos directores de escena suelen recurrir siempre a las mismas clases o momentos históricos. En el auditorio de la Feria de Muestras de Valladolid asistí a un Romeo y Julieta (ubicado por Shakespeare en la Verona del siglo XII) ambientado a finales del siglo XX. Romeo se había trocado en un pandillero que escribía curiosos graffiti con el ampuloso estilo del teatro isabelino inglés. Por cierto, que, al final, el atractivo adolescente, antes de suicidarse, decidió quedarse en cueros. Si se ha de morir, se muere, pero incómodo nunca, que muerto se está hasta el Juicio Final y eso es mucho tiempo (pensaría el mozo).
Pateé la puesta en escena entre la ovación del público en general y, aunque no lo repetí, por inútil, me hubiera gustado hacer lo mismo en el Macbeth dirigido por Calixto Bieito que me tragué en el Lope de Vega de Sevilla. La historia de Shakespeare (¿no hay más escritores?) habíase mudado a los EEUU en los años 60, creo, y los personajes dirigían una organización mafiosa. Lo más innovador fue un divertido karaoke en el que brillaron con luz propia las canciones de Julio Iglesias y la voz de Lady Macbeth.
Los directores de escena recurren con frecuencia a la libertad del artista (ellos) para reinventar los textos clásicos, pero, en mi opinión, cuando son tan radicales, incurren en un delito contra la propiedad intelectual del autor y en una estafa contra el espectador, pues utilizan el renombre de un escritor clásico, sin respetar su espíritu, para atraer al público a sus funciones. Si quieren libertad, lo más honrado es que inventen ellos y que dejen a los clásicos descansar tranquilos, sin tan retorcidas ambientaciones que, por otra parte, no necesitan para ser comprendidos por el público del siglo XXI; puesto que un clásico es, por definición, actual.
[Por cierto, gracias a todos por vuestras felicitaciones de ayer]

jueves, 8 de noviembre de 2007

El test

En momentos como éste, me viene a la mente una de las grandes paradojas que maneja habitualmente el hombre de a pie: que para entrar a trabajar como barrendero se exija el graduado escolar, mientras que para aspirar a cualquier cargo político, incluidos los de diputado, senador, ministro y presidente del gobierno, no se requiera ningún título, sólo la aprobación de los ciudadanos, que no es poco. La paradoja es tan sangrante como insoluble, y desde aquí no pretendemos abrir un debate sobre el tema, que está tan bien como pueda estarlo en cualquier otra democracia del mundo; sin embargo, a veces, cuando se escuchan las barbaridades que perpetran los aparatos fonadores de muchos integrantes de nuestra clase política, se echa de menos que los candidatos no tengan que superar, al menos, un test psicotécnico, nada extraordinario, el mismo que la DGT exige para poder obtener el carné de conducir, incluso aunque los exámenes psicotécnicos se practiquen con el mismo sistema que utilizaba la empresa en la que yo me lo saqué por primera vez. En una sala del centro médico, un empleado me entregó un papelito en el que se me consideraba apto sin haber pasado aún ni una sola prueba.
Con todo, según está el patio (el ruedo ibérico), me temo que gran parte de nuestros políticos no superaría el examen ni aunque sus sesudos asesores estuvieran soplándoles las preguntas por el pinganillo. El test provocaría tal debacle que no quedaría otro remedio que convocar elecciones anticipadas.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Cuatro corazones con freno y marcha atrás

Enrique Jardiel Poncela es un nombre imprescindible en la evolución del teatro español del siglo XX. Excéntrico y manirroto, gozó de enorme y merecida fama en su época. Su humor, absurdo pero comprensible y degustado por una inmensa mayoría, destila genialidad ya en los títulos de sus obras: las novelas Espérame en Siberia, vida mía y ¿Pero hubo alguna vez once mil vírgenes? o sus comedias Madre (el drama padre) y Los ladrones somos gente honrada.

Hace dos o tres semanas he terminado de leer Cuatro corazones con freno y marcha atrás en la edición de Fernando Valls y David Roas, que demuestran sus vastos conocimientos de la obra completa de Jardiel en las notas a pie de página con una prolijidad que al principio distrae y más tarde irrita. Pero ése es otro tema.

Cometí el error de comenzar la lectura de Cuatro corazones... en una guardia de clase (en la que milagrosamente pude leer sin demasiadas interrupciones) y lo pasé bastante mal procurando disimular la risa: el primer acto de la comedia es absolutamente desternillante. De ahí que no recomiende su lectura en tanatorios, juicios de faltas y, en general, en todas aquellas situaciones que requieran un mínimo de seriedad y compostura.

A medida que avanza la acción, la obra decrece en gracia, pero gana en profundidad filosófica, y el interés permanece y se renueva hasta el desenlace final, que muestra la habilidad de Jardiel para la comedia y la sátira. Sus fobias hacia ciertos oficios y condiciones humanas entroncan con la tradición literaria española del Siglo de Oro, encarnada principalmente en la figura de Quevedo: ambos comparten su aversión hacia los médicos, y Jardiel sustituye a los alguaciles quevedescos, en notable decadencia, por profesiones de reciente cuño, como los vendedores de seguros.

Toda su obra literaria está destinada a provocar la risa y, sin embargo, y paradójicamente, Jardiel renuncia a definir el humorismo. La frase con la que no lo define (lo indefine o lo desdefine), como tantas otras suyas, es antológica: "Intentar definir el humorismo es como pretender pinchar una mariposa con un palo del telégrafo".

martes, 6 de noviembre de 2007

Nacer o no nacer, ésa es la cuestión

Ante la inminencia del caso, busco en Internet información sobre la nueva baja por paternidad y encuentro una frase que muestra la deshumanización que preside algunas leyes y la crueldad que surge de la definición de hechos o estados sencillísimos de comprender sin necesidad de transformarlos en palabras.
Para ser beneficiario del permiso de paternidad, ha de existir un niño, evidentemente, y neonato, por más señas en el caso de nacimiento. Pero la pregunta que se formula la Seguridad Social es cuándo se considera que una persona ha nacido. Su página web dice lo siguiente:

"Se entenderá como nacido el hijo, cuando tuviera figura humana, y viviere, al menos, veinticuatro horas enteramente desprendido del seno materno."
Lo de figura humana trae reminiscencias de los circos ambulantes del siglo XIX, de la mujer barbuda o del hombre elefante (fantástica película de David Lynch, por cierto). Afortunadamente, los recién nacidos suelen adoptar forma humana, quizá para no asustar a sus padres. Supongo que además les resultará más útil asemejarse a un ser humano que a un tablero de ajedrez. Pero la Seguridad Social necesita asegurarse. Tal vez por eso no considere a un bebé de diez horas de vida como un ser nato. Menuda pesadez: cuando nazca mi hijo, tendré que esperar veinticuatro horas para ser padre. Y yo que pensaba gritarlo inmediatamente a los cuatro vientos...
Información sobre el permiso de paternidad de la Seguridad Social.

lunes, 5 de noviembre de 2007

El rescate

La prensa francesa y parte de la prensa española han criticado hoy el rescate que Nicolas Sarkozy llevó a cabo ayer mismo en el Chad, y no cabe ninguna duda de que el protagonismo que ha adquirido Monsieur le Président en este contencioso no deja de tener cierto afán electoralista y, en cierto modo, populista. No obstante, el éxito de su mediación es innegable, aunque muy probablemente los puntos estuvieran pactados antes de que Sarkozy emprendiera el vuelo hacia Yamena. La cortesía de acercar a casa a las personas liberadas de su país vecino es un gesto que le honra, máxime cuando los ciudadanos de España no pueden votarle en unas elecciones (y mira que cada vez son más los que, al sur de los Pirineos, estarían encantados de poder elegirlo como gobernante).
Con todos sus errores, Sarkozy posee varias cualidades que lo diferencian de los políticos que sufrimos en España: un indudable carisma, una simpatía arrolladora y un admirable afán de solucionar los conflictos humanitarios que surgen en diversos países del mundo (lástima que en Francia no actúe de la misma forma). Y ahora que su mujer no puede ayudarle en esa encomiable tarea, el presidente francés no tiene otro remedio que solucionar estos asuntos en persona.

A mí, particularmente, me encantaría que, en un trance semejante, cuando en mi país estuvieran seguros de que me están encausando injustamente, mi gobierno se esforzase por todos los medios en lograr mi liberación. Y que el presidente en persona, con el avión gubernamental, el Air Force One español pagado con los impuestos de todos los contribuyentes, viniera en mi busca, sería todo un símbolo. Eso es, en realidad, lo que me parece más interesante de la actuación de Sarkozy: el mensaje de que todos los resortes del estado se ponen en funcionamiente cuando uno de sus ciudadanos se encuentra en peligro.

Lo que hubiera ocurrido si la solución del caso hubiera dependido de la diplomacia española o de nuestro gobierno pertenece al mundo de los futuribles al que tan apegados están aquellos que gustan de decir cosas que no pueden ser demostradas. Pero, por si acaso, si una situación similar me ocurriera en mis viajes al extranjero, ya no gritaré a los cuatro vientos aquello tan manido de "Soy ciudadano americano". Al contrario: si mis malos pasos me llevan a tan inhóspito calvario, pediré un crepe y un ricard, pondré un incofundible acento parisino y pronunciaré con desusada calma: "Je suis français. Díganle a Sarkozy que venga a buscarme".

domingo, 4 de noviembre de 2007

Los tripulantes del Girjet detenido en Chad o la fuerza del sino

Nicolas Sarkozy estará volando en estos momentos hacia París. Antes, ha dejado en Madrid a las cuatro azafatas que han salido del infierno en el que se ha convertido un rutinario día de trabajo en una profesión sin apenas peligros. Un viaje al Chad para cumplir con una misión humanitaria se ha convertido posiblemente en la peor experiencia de sus vidas. Para el piloto, el copiloto y un ayudante de vuelo, la pesadilla aún no ha concluido. Retenidos en el Chad, se enfrentan a penas que podrían llegar a los veinte años de trabajos forzados por una terrible veleidad del destino.
En la literatura y en la vida real hay casos semejantes de personas que viven una existencia feliz hasta que de repente y sin explicaciones se ven envueltas en unos acontecimientos que les son ajenos, pero que por alguna causa marcan, cuando no destrozan, sus vidas. Estoy recordando ahora a Cary Grant en la magistral película de Alfred Hitchcock Con la muerte en los talones (cuyo título original es el incomprensible North by Northwest). Cary Grant (más popularmente Gary Grant) encarna a un ejecutivo que por una curiosa confusión es tomado por un agente imaginario que sigue los pasos de una peligrosa organización criminal. Dicha organización no tardará, por supuesto, en intentar acabar con su vida. A otros personajes de ficción les ocurre lo mismo, como a los personajes principales de La hoguera de las vanidades de Tom Wolfe. Sus protagonistas ven truncada la vida fácil de ricos a la que están acostumbrados simplemente por equivocarse en la salida de una autopista americana e ir a parar a uno de los peores barrios de la ciudad.

Pero los golpes fatales del destino (o la fuerza del sino que tanto persiguió al pobre don Álvaro del Duque de Rivas) afectan a los hombres de carne y hueso de la misma manera que a los seres imaginarios. El brasileño Jean Charles de Menezes iba tranquilamente en el metro en un día tan normal para él como otro cualquiera cuando recibió varios disparos de la policía por parecerse (o parecerles a los agentes que se parecía) a un buscadísimo y peligrosísimo terrorista islámico. Muchos viajeros ingenuos han sido encarcelados en lo que habrían de ser unas inolvidables vacaciones por aceptar facturar taimadas maletas ajenas repletas de estupefacientes o, simplemente, porque alguien introdujo con disimulo drogas en su equipaje. Me viene a la memoria la gallega de Cancún, famosa posteriormente por otras razones.

Lo que está padeciendo la tripulación española del Girjet, liberada a medias, obedece a una jugarreta del azar, a las asechanzas, siempre malévolas, jamás ingenuas, de una providencia que juega con unos seres humanos que viven como si fueran inmunes a estas desagradables vueltas de la fortuna (el Laberinto de fortuna), como si el decurso rutinario de su experiencia vital fuera inabarcable, no tuviera fin.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Foto sin metáfora: el puente nuevo de Palma del Río

El avezado lector de La Blogse habrá deducido de la imagen que este blog se va de puente estos días, como ocurrió en el del Pilar, con la foto del Ponte de Vasco de Gama, de Lisboa; pero, en este caso, querido lector, se ha pasado usted de listo. En esta foto, hecha hace apenas unas horas, aparece el nuevo puente de Palma del Río. Aún se encuentra en obras, como puede apreciarse en la imagen, pero en un par de meses estaremos estrenándolo, eso sí, con medio año acumulado de retraso. ¿Qué obra pública no sufre retrasos hoy día? Que se lo pregunten a Magdalena Álvarez.
Pero hablábamos del puente nuevo de Palma del Río. Por haber, hay otro que atraviesa el Guadalquivir, estrecho y antiguo, mitad de piedra y mitad de hierro, por el que los usuarios de la estación de Renfe, al otro lado del Guadalquivir, se juegan la vida a diario. Cuando hay niebla, los viandantes parecen fantasmas que exhala el río.

Todos los pueblos del mundo tienen una reivindicación de infraestructuras que no llega nunca, pero que parece estar proyectándose a diario. En Palma del Río, la reivindicación era un puente nuevo, ancho, casi diría que navegable. Cuando vine a visitarla por primera vez, allá por el año 2001, me topé de bruces con la romería de la Virgen de Belén y, por tanto, con el único acceso por la carretera vieja Córdoba-Sevilla cerrado. La Guardia Civil me indicó el desvío que debíamos tomar para entrar en la ciudad: unos diez kilómetros. Ese mismo año, un compañero del instituto me habló del puente. Supuse que, en el imaginario colectivo de Palma del Río, el nuevo puente sobre el Guadalquivir (porque la ciudad tiene otro río, el Genil) desempeñaba el mismo papel que en Medina de Rioseco representa la autovía Valladolid-León.

De momento, la reivindicación palmeña se cumplirá en Navidad como si fuera un regalo de Reyes. Sólo nos quedará entonces disfrutarlo con salud.

jueves, 1 de noviembre de 2007

De Andalucía a Castilla con Antonio Machado, en el día de Todos los Santos

Al fondo, el cementerio de Medina de Rioseco

A JOSÉ MARÍA PALACIO

Palacio, buen amigo,
¿está la primavera
vistiendo ya las ramas de los chopos
del río y los caminos? En la estepa
del alto Duero, Primavera tarda,
¡pero es tan bella y dulce cuando llega!...
¿Tienen los viejos olmos
algunas hojas nuevas?
Aún las acacias estarán desnudas
y nevados los montes de las sierras.
¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa,
allá, en el cielo de Aragón, tan bella!

¿Hay zarzas florecidas
entre las grises peñas,
y blancas margaritas
entre la fina hierba?
Por esos campanarios
ya habrán ido llegando las cigüeñas.
Habrá trigales verdes,
y mulas pardas en las sementeras,
y labriegos que siembran los tardíos
con las lluvias de abril. Ya las abejas
libarán del tomillo y el romero.
¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas?
Furtivos cazadores, los reclamos
de la perdiz bajo las capas luengas,
no faltarán. Palacio, buen amigo,
¿tienen ya ruiseñores las riberas?
Con los primeros lirios
y las primeras rosas de las huertas,
en una tarde azul, sube al Espino,
al alto Espino donde está su tierra.
Baeza, 29 de abril de 1913.
Campos de Castilla.
Todos los santos, Diego Fernández Magdaleno

miércoles, 31 de octubre de 2007

Misión imposible: visita a La última cena de Leonardo

Habíamos dejado ayer a unos 25 japoneses cámara en ristre esperando entrar al refectorio de Santa Maria delle Grazie, como al vizcaíno y a Don Quijote en la pelea que narra magistralmente Cervantes. El acceso era más complicado de lo que nosotros, en principio, hubiéramos sospechado. Se abrió una puerta que daba acceso a un claustro y los visitantes fuimos apelotonándonos frente a una puerta de cristal que estaba cerrada a cal y canto. De repente, se oyó algo en italiano que yo no entendí o que no recuerdo ahora y entraron varias personas que se habían quedado atrás. Cuando estuvimos todos juntitos, se cerraron las puertas que teníamos a nuestra espalda y entonces pudimos pasar a otro habitáculo acristalado semejante en el que se repitió la operación. Menos mal que las paredes eran de cristal, porque yo llevaba mi claustrofobia, como siempre, a cuestas. Las puertas de la segunda cabina se abrieron y por fin pudimos entrar en el refectorio con la sensación de estar en la piel de Tom Cruise en Misión: imposible. Los monjes que comían allí jamás hubieran imaginado las extrañas cosas que habría que hacer para acceder al lugar. Al entrar en la sala rectangular nos golpeó una bocanada de aire frío, idónea para la conservación de la pintura y para coger una pulmonía letal. Pero la vista merecía la pena. De buena gana hubiera comido allí un buen cocido contemplando con demora los dos frescos, Il cenacolo de Leonardo y La crocifissione de Donato Montorfano. Sabíamos que podíamos disfrutar de la vista quince minutos. Los japoneses quisieron disfrutar del momento como mejor saben: haciendo fotos. Saltaron varios flases en los primeros instantes de la visita (o de la contemplación) hasta que una cuidadora gritó "No foto" con la voz más desabrida del mundo. Cualquiera sacaba la cámara. Yo, que estaba preparado para desenfundar a más velocidad que John Wayne y Lucky Luke juntos, no me atreví, y pude comprobar en el cuarto de hora que duró la visita que el valor guerrero es cosa de película de Hollywood. Nadie osó contradecir a la matrona romana de voz intimidatoria.
La última cena abrumaba. La perspectiva es tan perfecta que los comensales parecen estar realmente ante los visitantes en un trozo de sala que en realidad no existe; o sí existe, sólo que es un fresco.


A la salida, el mismo numerito del habitacolo acristalado vinciano. Esperando a que se cerrara la dichosa puerta trasera para que se abriera la de delante y nos dejara casualmente en el elemento que no falta en cualquier museo que se precie, la tienda, me pregunté a qué venían esas medidas de seguridad si ni Eric el belga en sus mejores tiempos habría logrado robar el cuadro, que era en realidad una pared de más de cuatro metros por más de ocho. Mientras me alejaba en dirección al Duomo, a la imponente catedral de Milán, no podía quitarme de la cabeza la imagen de los apóstoles ante el inquietante anuncio de su maestro: "Uno de vosotros me va a traicionar".

martes, 30 de octubre de 2007

La última cena de Da Vinci y San Ambrosio de Milán

San Ambrosio


El verano pasado, en Milán, en pleno furor mediático de El código da Vinci, la exitosa novela de Dan Brown que muchos han querido convertir en un libro de historia antigua y medieval, me acerqué a ver uno de los iconos de la capital lombarda: La última cena de Leonardo, que se encuentra en el refectorio del monasterio de Santa Maria delle Grazie.

Recuerdo que Adela y yo nos refugiamos de la lluvia de aquella tarde en el claustro del monasterio y que llegamos a la taquilla a través de su iglesia. El precio de la entrada para ver exclusivamente La última cena costaba nada menos que seis o siete euros y podíamos considerarnos afortunados de haber encontrado entradas para ese mismo día en el último pase. Como nos quedaban un par de horas para enfrentarnos a una de las obras maestras del Renacimiento italiano, nos acercamos hasta la iglesia de San Ambrosio, próxima a Santa María. Poco queda ya de la basílica en la que San Ambrosio de Milán daba misa diariamente en el remoto siglo IV de nuestra era. El templo poseía no obstante el embrujo que otorga el poso de la historia, lugar clave del primer cristianismo y del canto gregoriano (San Ambrosio bautizó nada más y nada menos que a San Agustín y el himno es creación de la liturgia ambrosiana).

Bajo las nubes negras que habían declarado una breve tregua a los turistas que visitábamos Milán, el templo oscuro ofrecía varias maravillas difuminadas entre las tinieblas. Sobre todas, destacaba el retablo de oro. Debajo, en la cripta, descansaban los restos de San Ambrosio entre los de los mártires milaneses Gervasio y Protasio, tumbados y vestidos como si los esqueletos acabaran de dormirse: el trío Calaveras, me dije sin poder reprimir a mi descreído cerebro.

San Ambrosio, Gervasio y Protasio
Volvimos a Santa Maria delle Grazie por las adoquinadas calles surcadas por los viejos tranvías de la ATM. Apostados ante la entrada, unos veinticinco o treinta japoneses armados de tecnología nipona hasta los dientes esperaban su turno, que era el nuestro. Pero de eso, como se alarga el texto, hablaremos mañana.

domingo, 28 de octubre de 2007

Cincuenta años sin Humphrey Bogart

Se ha cumplido en enero de este año el quincuagésimo aniversario de la muerte de uno de los actores más recordados de Hollywood: Humphrey Bogart. Había nacido como regalo de Navidad en la populosa Nueva York dos años antes del nuevo siglo. Su carrera como actor de cine fue tardía: su primer gran éxito como protagonista, El último refugio, data de 1941. Su consagración llegó dos años más tarde con Casablanca, aunque entre ambas películas rodó otra obra maestra, El halcón maltés. junto a John Huston. Con él formó una pareja muy provechosa para el mundo del cine: El sueño eterno, El tesoro de Sierra Madre o La reina de África dan fe de ello.

En los años 40 encarnó muchas veces al tipo duro de fondo sensible y altruista al que da vida en Casablanca. No fue el único: Edward G. Robinson o James Cagney interpretaron papeles de semejante carácter en los años 30, cuando Bogart tenía que conformarse con papeles secundarios de malo malísimo en maravillosas películas como Los violentos años 20 o El bosque petrificado. Pero el artista neoyorquino demostró su talento en otras interpretaciones fabulosas: la del inestable Dick Steele en En un lugar solitario o la del viejo borracho de La reina de África; representó con maestría la locura de un capitán de barco en El motín del Caine, la avaricia neurótico-obsesiva de un buscador de oro en la ya citada El tesoro de Sierra Madre y bordó papeles cómicos como los que interpreta en La burla del diablo o en Sabrina.

Humphrey Bogart fue uno de mis ídolos de adolescencia. Seguía con ansia la colección que compraba mi hermano Diego, veía las películas con enorme interés y leía su biografía por entregas en cuanto el fascículo aparecía por casa; incluso bautizamos a un curioso personaje de Rioseco con el nombre de Humphrey pronunciado a la castellana. Su vida me parecía tan interesante como sus películas, especialmente su oposición frontal a la caza de brujas del senador McCarthy, aunque acabara colaborando con el Comité de actividades antiamericanas, que habría declarado comunistas hasta a los lunnis.

Hace medio siglo ya que un cáncer devoró sus entrañas llenas de espeso humo y de amargura de whisky, pero su figura ha ganado con el paso del tiempo. No en vano, el nombre de Humphrey Bogart aparece siempre en los primeros lugares de las listas de los mejores actores de la historia.

sábado, 27 de octubre de 2007


Por fin he visto la película que ha revolucionado la cartelera del cine en España y que ya ha vendido los derechos a una productora estadounidense para realizar la refundición hollywoodiana pertinente. La película de Juan Antonio Bayona contiene todos los ingredientes del género del suspense mezclado con el de fantasmas: la acción transcurre en un antiguo orfanato, que es una casona enorme y decimonónica, como la de Los otros o, más lejos en el tiempo, la de Norman Bates en Psicosis. No hace falta ser Íker Jiménez para darse cuenta a cien kilómetros de distancia de que la mansión que compran Belén Rueda y su esposo tiene todas las papeletas para ocultar en su interior fantasmas, ectoplasmas, gnomos y cualquier otra criatura sobrenatural que se precie de no existir. El paisaje que rodea a la casa, incluido un faro en desuso, redondea el ambiente que necesita la historia para intensificar el suspense.

Al igual que en Los otros y en otras películas (relativamente) recientes como El sexto sentido, el mundo real y el mundo de ficción se entremezclan a los ojos del espectador sin que se explique nada; muy al contrario, esa mixtura pretende mantener engañado al receptor hasta que se produce el otro gran ingrediente de este tipo de cine: el final sorprendente, que modifica totalmente la perspectiva desde la cual ha de interpretarse toda la película. Este ingrediente no es exclusivo de este género y además es muy común en el cine de los últimos años. En algunos casos, la regresión es una estafa, como en La sombra de un secuestro, casi imposible, como en Ocean's Twelve, o difícil de digerir, como en Nueve reinas; en otras películas, sin embargo, parece más factible, como en Los otros, en El sexto sentido o en El ilusionista. En cualquier caso, el espectador (o yo, por lo menos) sale con la impresión de haber sido engañado vilmente por guionista y realizador, que se encargan de dirigir nuestra atención hacia los elementos que distorsionan nuestra comprensión de la historia hasta que, al final y sólo al final, nos muestran la clave para atar todos los cabos sueltos.
Con todo, El orfanato funciona perfectamente como película. Mantiene el suspense hasta el último momento y todos los puntos que se lanzan a lo largo de la obra se resuelven con maestría en los últimos planos. A fin de cuentas, El orfanato como dice Paul Giamatti en El ilusionista, es un truco, una ilusión, una magnífica jugada de trileros; en definitiva, un producto de nuestra imaginación.

jueves, 25 de octubre de 2007

Matas un gato y te llaman mataperros, o viceversa.


Todos sabemos que un idioma no se habla de la misma forma en todos los lugares en los que se usa. Así aparecen las variedades dialectales. El nivel léxico-semántico (el vocabulario, por resumirlo salvajemente) es el más propenso a sufrir cambios. Algunos son muy poco significativos, pero fueron esos precisamente los que más llamaron mi atención cuando vine a vivir a Andalucía. Por ejemplo, Moisés, un compañero del instituto Medina Azahara de Córdoba, me dijo delante de un café quemado al estilo cordobés: "Matas un gato y te llaman matagatos". Yo, que en Rioseco, Valladolid y demás Castillas y Leones había escuchado siempre "Matas un perro y te llaman mataperros" (el de la foto está a prueba de canófobos), me quedé extrañadísimo y con la sensación de que Moisés había cambiado la frase para tomarme el pelo.
Otra expresión que parece querer llevar la contraria (de unos a otros o de otros a unos) es la de hijo/hija o padre/madre. En muchas partes de España se utiliza el hijo/hija como vocativo para nombrar a una persona cuyo nombre se desconoce o no se quiere decir por las razones que sea. Lo dicen mucho los dependientes de Zara, El Corte Inglés y compañía: "Toma, hijo, la camiseta". Pero en algunos lugares de Andalucía (desde luego Córdoba, Sevilla...) la frase sería: "Toma, padre, la camiseta".

El 29 de junio de hace dos años recibí una llamada telefónica. Por el móvil escuché una voz lejanamente familiar: "Felicidades, padre". Como mi cumpleaños es en noviembre y yo no tenía hijos, le dije que se había equivocado. Mi sorpresa fue enorme cuando me respondió: "¿No eres Pablo?" No había ningún error. Resultó ser el entrañable cura con el que había compartido tres años de guardia de recreo, amén (nunca mejor dicho) de otros muchos momentos y risas en el instituto de La Puebla de los Infantes. Y resultó que el día en cuestión era San Pedro y San Pablo, y, por tanto, mi santo, motivo de felicitación corriente por estos lares. Y resultó, finalmente, que su padre era mi hijo. Y que desde entonces espero con fervor que se me aparezca el Espíritu Santo en forma de paloma. O algo parecido.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Ilegalizar Matrimoniadas, léase Escenas de matrimonio (microencuestas de La Blogse)

Esta semana, la microencuesta de La Blogse arroja un resultado que no deja de ser sorprendente si lo comparamos con las audiencias millonarias que cosecha el programa en cuestión en todas sus emisiones. De la mano de un alto cargo de la policía británica, que pedía la legalización de las drogas, este blog preguntaba qué podría ilegalizarse para compensar dicha despenalización. La mayor parte de nuestros lectores (el 34%) apoyaría la ilegalización rotunda, absoluta e inmediata de Escenas de matrimonio, novedosísimo programa anteriormente conocido como Matrimoniadas, por encima de las demás opciones de la microencuesta: las ruedas de prensa de Pepiño Blanco, a la misma altura que los coches tuneados (24%).
Curiosamente, los blogseros prefieren los atascos (sólo un 17% de votos), quizá porque entre los encuestados impera el realismo ante los acontecimientos inevitables de la vida: la muerte, la hipoteca y los atascos en las grandes ciudades. Las "retenciones", además, se pueden usar para muchas cosas. Es cuestión de organizarse: leer el periódico, maquillarse, hablar por el móvil, usar el portátil, tomar un café de termo calentito, hacer pesas... son algunas actividades que cualquiera puede realizar en un situación así. Hasta cursos de CEAC o de CCC habrá hecho algún conductor espabilado aprovechando el tiempo libre que dejan los atascos. En los embotellamientos (no había palabra más fea), todo el mundo acaba haciendo lo que le da la gana. Se respira un ambiente de amplitud y de libertad como en pocos sitios, más ahora que está de moda pedir la erradicación o la retirada de aquello que nos molesta o con lo que no estamos de acuerdo. Por ejemplo, la Federación de Mujeres Progresistas ha exigido a Telecinco que retire Escenas de matrimonio. Nosotros sólo queríamos que fuera ilegalizado... simbólicamente. No queremos amargarle la "fiesta" a cuatro millones de personas.

martes, 23 de octubre de 2007

Soledad sonora



Soledad sonora es el último disco de mi hermano Diego con obras para piano de Pedro Aizpurua, compositor vasco afincado en Valladolid desde hace muchos años y de cuya sabiduría pude aprovecharme en las clases de Formas musicales que impartía en el Conservatorio de Valladolid.

El título se basa en un verso del "Cántico espiritual" de San Juan de la Cruz, que ha inspirado a muchos escritores (Emily Dickinson, Antonio Gala o Juan Ramón Jiménez). El verso está encuadrado en una oración que dura dos estrofas (tan maravillosas como el resto del poema, obra maestra de la literatura universal) y que se refiere al Amado, o sea, a Dios, elemento no exento de significado en este caso, ya que Aizpurua es sacerdote.

Mi Amado las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos,

la noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.

(San Juan de la Cruz)

La presentación del disco es mañana a las 20:15 en Valladolid (salón de actos de Caja España en Fuente Dorada).






lunes, 22 de octubre de 2007

El protagonista de las películas de cine negro

Esta tarde he estado en Córdoba y, al pasar por el IES Medina Azahara, instituto en el que me inicié en el proceloso mundo de la educación, he recordado una anécdota que me ocurrió en un examen que les hice a unos alumnos de 1º de ESO (de en torno a 12 años). En el grupo había varios chavales poco trabajadores, pero con una gracia especial que hacía que muchas clases fuesen divertidas. El más gracioso era un gitanillo que se llamaba Natanael, pero al que todos llamaban Nati.
En 1º de ESO hay un tema en el que se tratan diversos subgéneros literarios, entre ellos la novela negra y, por extensión, el cine negro. En el examen de la unidad, les pregunté quién solía ser el protagonista de las películas del cine negro. Casi todos los alumnos contestaron correctamente: un detective o un policía.

Después de varios años sin dar ni golpe, Nati debió de leer las preguntas del examen con mucha rapidez para dejarlo, como en otras ocasiones, en blanco. Pero esa vez ocurrió algo especial. Nati se levantó como una exhalación de su asiento y dijo: "Esta me la sé, don Pablo, esta me la sé" (los únicos alumnos que me han llamado así, por cierto). Se acercó a mí braceando emocionado y me señaló la pregunta que se sabía. Yo la leí: "¿Quién es habitualmente el protagonista de las películas de cine negro?". Le hice un gesto para que no revelara la respuesta a sus compañeros, que seguían haciendo el examen. Nati habló con la entonación especial que empleaba habitualmente (y que a final de curso tenía media clase), una mezcla de rapero de Harlem y de flamenco de Triana apoyada en los pronunciados movimientos de su cuerpo: "Se lo voy a decir bajito, don Pablo, para que no se enteren todos estos, que están con el oído ahí, intentando copiarse". Y soltó su respuesta: "Don Pablo, el protagonista de las películas de cine negro es... Morgan Freeman". Recuerdo a Nati intentando convencerme de que esa era la verdadera respuesta a pesar de la carcajada descomunal que salió de mi boca. Pobre Nati, le había traicionado hasta la única pregunta que se había sabido en todo el año.