lunes, 30 de noviembre de 2009

Diego cumple dos años

Hace ya dos años que me presentaron en una habitación del hospital de la Cruz Roja de Córdoba a un bebé que intentaba sobreponerse del frío con el que había nacido con un pijama amarillo y un gorrito azul que prácticamente le tapaba toda la cara. Hoy lo hemos celebrado por todo lo alto con unos regalos que han atacado directamente a sus tres grandes pasiones (si exceptuamos el fútbol): Pocoyó, los coches y... los zapatos.
(Este año se me ha pasado volando. Sólo me ha dado a escribir nueve entradas...)

Coronado desde primera hora de la mañana en la guardería, Diego ha gobernado magnánimamente sobre el aparcamiento de Imáginarium, sus coches y demás posesiones. En la última foto, con mi hermana Alicia y José.

jueves, 26 de noviembre de 2009

El graznido

Hace una semana, en mitad de la noche, me levantó en vilo un grito atronador y terrible, más pavoroso aún como estaba inmerso en el mar de tinieblas que era la habitación a esas horas. A los pocos segundos se repitió el sonido y, entonces, ya más despierto, o por mejor decir, "de turbio en turbio", pude reconocer un graznido horrendo que fue respondido inmediatamente por otro lejano que, quizá precisamente por eso, me pareció más dulce.
Temiendo toparme con el cuervo de Poe, encendí el móvil por no despertar a Adela y me aventuré hacia el balcón. Allí, tras la puerta de madera que nos separaba y por cuyas rendijas se había colado, como el relente nocturno, su asqueroso sonido, debía de estar el pajarraco enseñoreándose orgullamente sobre el estrecho balcón de mi casa. Imaginé que sería un cuervo o un enorme aguilucho de los que dominan el paisaje sobre los tendidos eléctricos o sobre las señales de tráfico y que a veces lanzan sus alas hacia los parabrisas de los coches en las carreteras comarcales de Tierra de Campos como furiosos suicidas poco aplicados.
Hace tiempo que no vivía por estos lares, pero, por más que busco, no encuentro en mi memoria la riqueza de aves con que me topo ahora en mi camino de Sísifo hasta Tordesillas. Y no me extraña: Tierra de Campos (o cierta parte de ella) acabará convirtiéndose en reserva de aves, en parque natural, en un territorio neovirgen sin habitantes.
- Los de Tierra de Campos estamos sentenciados -me dijo Celes, concejal de Palazuelo de Vedija, este verano, y todo indica que en la condena hay más objetividad que pesimismo.
Así, las aves domeñan un paisaje de trigales moteados de pueblos despoblados por los que parece que no pasa el tiempo, pero que, poco a poco, se desangran y mueren.
Golpeé sin fuerza el cuarterón y el pájaro alzó el vuelo sobre la planicie. A esas horas, poco vería de los campos sobre los que gobernarán con mano de hierro él, sus congéneres y sus descendientes, reyes absolutos de estas tierras como lo fueron de la Tierra entera sus remotos ancestros, los dinosaurios.

lunes, 23 de noviembre de 2009

La desaparición del cuyo entra en el Diccionario de Autoridades

Hace dos años largos, cuando comenzaba su intermitente singladura la Blogse, escribí una entrada titulada "En busca del cuyo perdido". Culpaba entonces a la prensa en general de la desaparición (en la escritura, porque en la lengua oral es irrecuperable) de ese determinante relativo que un día también fue pronombre (observable hoy como un fósil del Pleistoceno en un famoso poema de Quevedo) y que en la actualidad no es nada o casi nada.
Pero he aquí que, leyendo un texto de Julio Llamazares (protagonista también de los primeros titubeos de la Blogse), titulado El cielo de Madrid, descubro que algunos escritores también han optado por desterrar al cuyo del lugar que el castellano le había encomendado hasta nuestro tiempo.
"Pasados los dos primeros, de los que ni siquiera llegué a saber el nombre, tan rápido se pasaron[...]", escribe Llamazares sin lágrimas, sin sospechar que ha relegado al tímido y apocado cuyo al paro en tiempos de crisis, sin percatarse siquiera de que la frase "pasados los dos primeros, cuyos nombres ni siquiera llegué a saber" es más económica y más eufónica que la suya. Y sin saber tampoco que su frase podría ser empleada por un anti-Diccionario de Autoridades, al estilo de los primeros que elaboró la RAE, de palabras que han sido abandonadas por su propia sangre e inician el largo camino hasta petrificarse en materia de estudio de la paleontología.

(Julio Llamazares, en una imagen de www.elcorreodigital.com)

El aguijón en el vocablo

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Gajes de la emigración

Efectivamente, he vuelto a los orígenes, como dice Pedro en su comentario a la entrada anterior, aunque no trabajo ni en Palazuelo, Merche, ni en Medina de Rioseco, sino en Tordesillas. En el Juana I de Castilla me he dado cuenta de que el entorno sí marca algunas diferencias en la enseñanza de la lengua: eliminar los ejercicios de ortografía relacionados con el seseo y con la pérdida de las -d-, por ejemplo; o un caso más extremo: el del leísmo y el laísmo.
En La Puebla de los Infantes prefería pasar de puntillas sobre el tema, porque allí sólo incurren en el leísmo de persona, aceptado incluso por la RAE, y explicarles errores que no cometen me parecía más contraproducente que beneficioso; pero sí se lo comentaba brevemente, y cuando les ponía ejemplos del tipo "la dijo que viniera" o "cógele" refiriéndose a un libro, se reían y, con gran incredulidad, preguntaban dónde se decía eso, porque no lo habían oído nunca.
Cuando hace un par de semanas explicaba el laísmo y el leísmo en Tordesillas, muchos alumnos , laístas militantes, me espetaron que "la dijo que viniera" no era ningún error, y que la versión correcta, "le dijo que viniera", sonaba fatal. Que quién decía eso.
Y, recordando la respuesta de los chavales de La Puebla, tan parecida (y tan contraria) a la de estos de Tordesillas y pueblos aledaños, no pude hacer otra cosa que reírme y decir para mis adentros: "gajes de la emigración".

domingo, 15 de noviembre de 2009

Desde Palazuelo de Vedija

Plaza Mayor de Palazuelo. En primer término, el Monumento al Marranero. Detrás, el palacio de los Cuadrillero y la iglesia de Santa María del Barruelo.

Han pasado tantos meses de silencio bloguero, de estado latente, de muerte virtual en vida, que a la Blogse le ha dado tiempo a mudarse de ciudad, provincia y hasta de comunidad autónoma. Sus huesos cibernéticos han ido a parar a un pequeño pueblo del noroeste de la provincia de Valladolid, entre ondulados campos de cereal, llamado Palazuelo de Vedija.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

No estaba muerta: estaba de parranda.

Hace unos días los medios de comunicación dieron la noticia de un tipo que apareció vivito y coleando en su propio entierro, como el estudiante Lisardo de la leyenda, con la diferencia de que aquel, el actual, asistió a la inhumación de una persona a la que, sencillamente, habían confundido con él. La vida y la muerte de una persona nunca dependió tanto de la opinión de los demás como en este caso. Cinco magníficos familiares, cinco, identificaron un cadáver erróneo. ¿Tantos deseos tenían de verlo muerto? Seguro que el falso finado se estará formulando esa pregunta ahora mismo.
El caso es que el protagonista del luctuoso evento irrumpió en el acto saltándose a la torera el más elemental protocolo que rodea a un entierro: que sea el muerto el que esté en el féretro y, además, que el fallecido no acuda con la primera tajada. ¡Qué fácil habría sido incinerar a este muerto! Habría ardido con más facilidad que Heracles.
Pero no, no estaba muerto: estaba de parranda. Y entonces me vino a la cabeza, no sé por qué, mi blog; abandonado el pobre desde el mes de abril, ni más ni menos. Y entonces supe que mi inconsciente tenía razón: que la blogse no estaba muerta, estaba de parranda. Y que ya era hora de que volviera, aunque fuera arrumbada y borracha.

P.D. Lo triste de esta historia es en lo que casi nadie ha reparado: en que había un tipo que no estaba de parranda: estaba sencillamente muerto. D.E.P.