miércoles, 31 de octubre de 2007

Misión imposible: visita a La última cena de Leonardo

Habíamos dejado ayer a unos 25 japoneses cámara en ristre esperando entrar al refectorio de Santa Maria delle Grazie, como al vizcaíno y a Don Quijote en la pelea que narra magistralmente Cervantes. El acceso era más complicado de lo que nosotros, en principio, hubiéramos sospechado. Se abrió una puerta que daba acceso a un claustro y los visitantes fuimos apelotonándonos frente a una puerta de cristal que estaba cerrada a cal y canto. De repente, se oyó algo en italiano que yo no entendí o que no recuerdo ahora y entraron varias personas que se habían quedado atrás. Cuando estuvimos todos juntitos, se cerraron las puertas que teníamos a nuestra espalda y entonces pudimos pasar a otro habitáculo acristalado semejante en el que se repitió la operación. Menos mal que las paredes eran de cristal, porque yo llevaba mi claustrofobia, como siempre, a cuestas. Las puertas de la segunda cabina se abrieron y por fin pudimos entrar en el refectorio con la sensación de estar en la piel de Tom Cruise en Misión: imposible. Los monjes que comían allí jamás hubieran imaginado las extrañas cosas que habría que hacer para acceder al lugar. Al entrar en la sala rectangular nos golpeó una bocanada de aire frío, idónea para la conservación de la pintura y para coger una pulmonía letal. Pero la vista merecía la pena. De buena gana hubiera comido allí un buen cocido contemplando con demora los dos frescos, Il cenacolo de Leonardo y La crocifissione de Donato Montorfano. Sabíamos que podíamos disfrutar de la vista quince minutos. Los japoneses quisieron disfrutar del momento como mejor saben: haciendo fotos. Saltaron varios flases en los primeros instantes de la visita (o de la contemplación) hasta que una cuidadora gritó "No foto" con la voz más desabrida del mundo. Cualquiera sacaba la cámara. Yo, que estaba preparado para desenfundar a más velocidad que John Wayne y Lucky Luke juntos, no me atreví, y pude comprobar en el cuarto de hora que duró la visita que el valor guerrero es cosa de película de Hollywood. Nadie osó contradecir a la matrona romana de voz intimidatoria.
La última cena abrumaba. La perspectiva es tan perfecta que los comensales parecen estar realmente ante los visitantes en un trozo de sala que en realidad no existe; o sí existe, sólo que es un fresco.


A la salida, el mismo numerito del habitacolo acristalado vinciano. Esperando a que se cerrara la dichosa puerta trasera para que se abriera la de delante y nos dejara casualmente en el elemento que no falta en cualquier museo que se precie, la tienda, me pregunté a qué venían esas medidas de seguridad si ni Eric el belga en sus mejores tiempos habría logrado robar el cuadro, que era en realidad una pared de más de cuatro metros por más de ocho. Mientras me alejaba en dirección al Duomo, a la imponente catedral de Milán, no podía quitarme de la cabeza la imagen de los apóstoles ante el inquietante anuncio de su maestro: "Uno de vosotros me va a traicionar".

martes, 30 de octubre de 2007

La última cena de Da Vinci y San Ambrosio de Milán

San Ambrosio


El verano pasado, en Milán, en pleno furor mediático de El código da Vinci, la exitosa novela de Dan Brown que muchos han querido convertir en un libro de historia antigua y medieval, me acerqué a ver uno de los iconos de la capital lombarda: La última cena de Leonardo, que se encuentra en el refectorio del monasterio de Santa Maria delle Grazie.

Recuerdo que Adela y yo nos refugiamos de la lluvia de aquella tarde en el claustro del monasterio y que llegamos a la taquilla a través de su iglesia. El precio de la entrada para ver exclusivamente La última cena costaba nada menos que seis o siete euros y podíamos considerarnos afortunados de haber encontrado entradas para ese mismo día en el último pase. Como nos quedaban un par de horas para enfrentarnos a una de las obras maestras del Renacimiento italiano, nos acercamos hasta la iglesia de San Ambrosio, próxima a Santa María. Poco queda ya de la basílica en la que San Ambrosio de Milán daba misa diariamente en el remoto siglo IV de nuestra era. El templo poseía no obstante el embrujo que otorga el poso de la historia, lugar clave del primer cristianismo y del canto gregoriano (San Ambrosio bautizó nada más y nada menos que a San Agustín y el himno es creación de la liturgia ambrosiana).

Bajo las nubes negras que habían declarado una breve tregua a los turistas que visitábamos Milán, el templo oscuro ofrecía varias maravillas difuminadas entre las tinieblas. Sobre todas, destacaba el retablo de oro. Debajo, en la cripta, descansaban los restos de San Ambrosio entre los de los mártires milaneses Gervasio y Protasio, tumbados y vestidos como si los esqueletos acabaran de dormirse: el trío Calaveras, me dije sin poder reprimir a mi descreído cerebro.

San Ambrosio, Gervasio y Protasio
Volvimos a Santa Maria delle Grazie por las adoquinadas calles surcadas por los viejos tranvías de la ATM. Apostados ante la entrada, unos veinticinco o treinta japoneses armados de tecnología nipona hasta los dientes esperaban su turno, que era el nuestro. Pero de eso, como se alarga el texto, hablaremos mañana.

domingo, 28 de octubre de 2007

Cincuenta años sin Humphrey Bogart

Se ha cumplido en enero de este año el quincuagésimo aniversario de la muerte de uno de los actores más recordados de Hollywood: Humphrey Bogart. Había nacido como regalo de Navidad en la populosa Nueva York dos años antes del nuevo siglo. Su carrera como actor de cine fue tardía: su primer gran éxito como protagonista, El último refugio, data de 1941. Su consagración llegó dos años más tarde con Casablanca, aunque entre ambas películas rodó otra obra maestra, El halcón maltés. junto a John Huston. Con él formó una pareja muy provechosa para el mundo del cine: El sueño eterno, El tesoro de Sierra Madre o La reina de África dan fe de ello.

En los años 40 encarnó muchas veces al tipo duro de fondo sensible y altruista al que da vida en Casablanca. No fue el único: Edward G. Robinson o James Cagney interpretaron papeles de semejante carácter en los años 30, cuando Bogart tenía que conformarse con papeles secundarios de malo malísimo en maravillosas películas como Los violentos años 20 o El bosque petrificado. Pero el artista neoyorquino demostró su talento en otras interpretaciones fabulosas: la del inestable Dick Steele en En un lugar solitario o la del viejo borracho de La reina de África; representó con maestría la locura de un capitán de barco en El motín del Caine, la avaricia neurótico-obsesiva de un buscador de oro en la ya citada El tesoro de Sierra Madre y bordó papeles cómicos como los que interpreta en La burla del diablo o en Sabrina.

Humphrey Bogart fue uno de mis ídolos de adolescencia. Seguía con ansia la colección que compraba mi hermano Diego, veía las películas con enorme interés y leía su biografía por entregas en cuanto el fascículo aparecía por casa; incluso bautizamos a un curioso personaje de Rioseco con el nombre de Humphrey pronunciado a la castellana. Su vida me parecía tan interesante como sus películas, especialmente su oposición frontal a la caza de brujas del senador McCarthy, aunque acabara colaborando con el Comité de actividades antiamericanas, que habría declarado comunistas hasta a los lunnis.

Hace medio siglo ya que un cáncer devoró sus entrañas llenas de espeso humo y de amargura de whisky, pero su figura ha ganado con el paso del tiempo. No en vano, el nombre de Humphrey Bogart aparece siempre en los primeros lugares de las listas de los mejores actores de la historia.

sábado, 27 de octubre de 2007


Por fin he visto la película que ha revolucionado la cartelera del cine en España y que ya ha vendido los derechos a una productora estadounidense para realizar la refundición hollywoodiana pertinente. La película de Juan Antonio Bayona contiene todos los ingredientes del género del suspense mezclado con el de fantasmas: la acción transcurre en un antiguo orfanato, que es una casona enorme y decimonónica, como la de Los otros o, más lejos en el tiempo, la de Norman Bates en Psicosis. No hace falta ser Íker Jiménez para darse cuenta a cien kilómetros de distancia de que la mansión que compran Belén Rueda y su esposo tiene todas las papeletas para ocultar en su interior fantasmas, ectoplasmas, gnomos y cualquier otra criatura sobrenatural que se precie de no existir. El paisaje que rodea a la casa, incluido un faro en desuso, redondea el ambiente que necesita la historia para intensificar el suspense.

Al igual que en Los otros y en otras películas (relativamente) recientes como El sexto sentido, el mundo real y el mundo de ficción se entremezclan a los ojos del espectador sin que se explique nada; muy al contrario, esa mixtura pretende mantener engañado al receptor hasta que se produce el otro gran ingrediente de este tipo de cine: el final sorprendente, que modifica totalmente la perspectiva desde la cual ha de interpretarse toda la película. Este ingrediente no es exclusivo de este género y además es muy común en el cine de los últimos años. En algunos casos, la regresión es una estafa, como en La sombra de un secuestro, casi imposible, como en Ocean's Twelve, o difícil de digerir, como en Nueve reinas; en otras películas, sin embargo, parece más factible, como en Los otros, en El sexto sentido o en El ilusionista. En cualquier caso, el espectador (o yo, por lo menos) sale con la impresión de haber sido engañado vilmente por guionista y realizador, que se encargan de dirigir nuestra atención hacia los elementos que distorsionan nuestra comprensión de la historia hasta que, al final y sólo al final, nos muestran la clave para atar todos los cabos sueltos.
Con todo, El orfanato funciona perfectamente como película. Mantiene el suspense hasta el último momento y todos los puntos que se lanzan a lo largo de la obra se resuelven con maestría en los últimos planos. A fin de cuentas, El orfanato como dice Paul Giamatti en El ilusionista, es un truco, una ilusión, una magnífica jugada de trileros; en definitiva, un producto de nuestra imaginación.

jueves, 25 de octubre de 2007

Matas un gato y te llaman mataperros, o viceversa.


Todos sabemos que un idioma no se habla de la misma forma en todos los lugares en los que se usa. Así aparecen las variedades dialectales. El nivel léxico-semántico (el vocabulario, por resumirlo salvajemente) es el más propenso a sufrir cambios. Algunos son muy poco significativos, pero fueron esos precisamente los que más llamaron mi atención cuando vine a vivir a Andalucía. Por ejemplo, Moisés, un compañero del instituto Medina Azahara de Córdoba, me dijo delante de un café quemado al estilo cordobés: "Matas un gato y te llaman matagatos". Yo, que en Rioseco, Valladolid y demás Castillas y Leones había escuchado siempre "Matas un perro y te llaman mataperros" (el de la foto está a prueba de canófobos), me quedé extrañadísimo y con la sensación de que Moisés había cambiado la frase para tomarme el pelo.
Otra expresión que parece querer llevar la contraria (de unos a otros o de otros a unos) es la de hijo/hija o padre/madre. En muchas partes de España se utiliza el hijo/hija como vocativo para nombrar a una persona cuyo nombre se desconoce o no se quiere decir por las razones que sea. Lo dicen mucho los dependientes de Zara, El Corte Inglés y compañía: "Toma, hijo, la camiseta". Pero en algunos lugares de Andalucía (desde luego Córdoba, Sevilla...) la frase sería: "Toma, padre, la camiseta".

El 29 de junio de hace dos años recibí una llamada telefónica. Por el móvil escuché una voz lejanamente familiar: "Felicidades, padre". Como mi cumpleaños es en noviembre y yo no tenía hijos, le dije que se había equivocado. Mi sorpresa fue enorme cuando me respondió: "¿No eres Pablo?" No había ningún error. Resultó ser el entrañable cura con el que había compartido tres años de guardia de recreo, amén (nunca mejor dicho) de otros muchos momentos y risas en el instituto de La Puebla de los Infantes. Y resultó que el día en cuestión era San Pedro y San Pablo, y, por tanto, mi santo, motivo de felicitación corriente por estos lares. Y resultó, finalmente, que su padre era mi hijo. Y que desde entonces espero con fervor que se me aparezca el Espíritu Santo en forma de paloma. O algo parecido.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Ilegalizar Matrimoniadas, léase Escenas de matrimonio (microencuestas de La Blogse)

Esta semana, la microencuesta de La Blogse arroja un resultado que no deja de ser sorprendente si lo comparamos con las audiencias millonarias que cosecha el programa en cuestión en todas sus emisiones. De la mano de un alto cargo de la policía británica, que pedía la legalización de las drogas, este blog preguntaba qué podría ilegalizarse para compensar dicha despenalización. La mayor parte de nuestros lectores (el 34%) apoyaría la ilegalización rotunda, absoluta e inmediata de Escenas de matrimonio, novedosísimo programa anteriormente conocido como Matrimoniadas, por encima de las demás opciones de la microencuesta: las ruedas de prensa de Pepiño Blanco, a la misma altura que los coches tuneados (24%).
Curiosamente, los blogseros prefieren los atascos (sólo un 17% de votos), quizá porque entre los encuestados impera el realismo ante los acontecimientos inevitables de la vida: la muerte, la hipoteca y los atascos en las grandes ciudades. Las "retenciones", además, se pueden usar para muchas cosas. Es cuestión de organizarse: leer el periódico, maquillarse, hablar por el móvil, usar el portátil, tomar un café de termo calentito, hacer pesas... son algunas actividades que cualquiera puede realizar en un situación así. Hasta cursos de CEAC o de CCC habrá hecho algún conductor espabilado aprovechando el tiempo libre que dejan los atascos. En los embotellamientos (no había palabra más fea), todo el mundo acaba haciendo lo que le da la gana. Se respira un ambiente de amplitud y de libertad como en pocos sitios, más ahora que está de moda pedir la erradicación o la retirada de aquello que nos molesta o con lo que no estamos de acuerdo. Por ejemplo, la Federación de Mujeres Progresistas ha exigido a Telecinco que retire Escenas de matrimonio. Nosotros sólo queríamos que fuera ilegalizado... simbólicamente. No queremos amargarle la "fiesta" a cuatro millones de personas.

martes, 23 de octubre de 2007

Soledad sonora



Soledad sonora es el último disco de mi hermano Diego con obras para piano de Pedro Aizpurua, compositor vasco afincado en Valladolid desde hace muchos años y de cuya sabiduría pude aprovecharme en las clases de Formas musicales que impartía en el Conservatorio de Valladolid.

El título se basa en un verso del "Cántico espiritual" de San Juan de la Cruz, que ha inspirado a muchos escritores (Emily Dickinson, Antonio Gala o Juan Ramón Jiménez). El verso está encuadrado en una oración que dura dos estrofas (tan maravillosas como el resto del poema, obra maestra de la literatura universal) y que se refiere al Amado, o sea, a Dios, elemento no exento de significado en este caso, ya que Aizpurua es sacerdote.

Mi Amado las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos,

la noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.

(San Juan de la Cruz)

La presentación del disco es mañana a las 20:15 en Valladolid (salón de actos de Caja España en Fuente Dorada).






lunes, 22 de octubre de 2007

El protagonista de las películas de cine negro

Esta tarde he estado en Córdoba y, al pasar por el IES Medina Azahara, instituto en el que me inicié en el proceloso mundo de la educación, he recordado una anécdota que me ocurrió en un examen que les hice a unos alumnos de 1º de ESO (de en torno a 12 años). En el grupo había varios chavales poco trabajadores, pero con una gracia especial que hacía que muchas clases fuesen divertidas. El más gracioso era un gitanillo que se llamaba Natanael, pero al que todos llamaban Nati.
En 1º de ESO hay un tema en el que se tratan diversos subgéneros literarios, entre ellos la novela negra y, por extensión, el cine negro. En el examen de la unidad, les pregunté quién solía ser el protagonista de las películas del cine negro. Casi todos los alumnos contestaron correctamente: un detective o un policía.

Después de varios años sin dar ni golpe, Nati debió de leer las preguntas del examen con mucha rapidez para dejarlo, como en otras ocasiones, en blanco. Pero esa vez ocurrió algo especial. Nati se levantó como una exhalación de su asiento y dijo: "Esta me la sé, don Pablo, esta me la sé" (los únicos alumnos que me han llamado así, por cierto). Se acercó a mí braceando emocionado y me señaló la pregunta que se sabía. Yo la leí: "¿Quién es habitualmente el protagonista de las películas de cine negro?". Le hice un gesto para que no revelara la respuesta a sus compañeros, que seguían haciendo el examen. Nati habló con la entonación especial que empleaba habitualmente (y que a final de curso tenía media clase), una mezcla de rapero de Harlem y de flamenco de Triana apoyada en los pronunciados movimientos de su cuerpo: "Se lo voy a decir bajito, don Pablo, para que no se enteren todos estos, que están con el oído ahí, intentando copiarse". Y soltó su respuesta: "Don Pablo, el protagonista de las películas de cine negro es... Morgan Freeman". Recuerdo a Nati intentando convencerme de que esa era la verdadera respuesta a pesar de la carcajada descomunal que salió de mi boca. Pobre Nati, le había traicionado hasta la única pregunta que se había sabido en todo el año.

domingo, 21 de octubre de 2007

No ha podido ser

Fernando Alonso no ha podido revalidar su título de campeón de Fórmula 1 hoy en Brasil. Finalmente se impuso el tercero en discordia, el hombre de hielo que estaba al acecho de los McLaren y que finalmente, y tras varios años de verlo pasar de cerca, ha conseguido el título mundial. Fiel a su carácter, el finlandés lo ha celebrado sin muchos aspavientos, aunque una incipiente sonrisa en el rostro de Kimi Raikkonen significa mucho.

Desde el principio se pudo comprobar que Alonso no disponía del coche necesario para disputar la victoria y que sólo un milagro le conduciría al título. El primero se presentó en la primera vuelta, tras la fantástica salida del español y la pérdida de dos puestos de Hamilton. El inglés dio pruebas de no ser el hombre de nervios de acero que él cree y se comió la hierba al intentar pasar a su compañero en la curva siguiente a la del adelantamiento de Alonso. Hamilton se repuso y se encontraba en posiciones favorables para sus intereses, cuando sucedió el segundo milagro: una avería momentánea en la caja de cambios consecuencia de la salida de pista de la primera vuelta. Con Hamilton en la decimooctava posición, el problema para Fernando eran los Ferrari. Como era lógico (aunque supuestamente no esté permitido), Ferrari se las arregló para que Raikkonen superara a Massa en los repostajes y consiguiera así la victoria en la carrera y en el campeonato, con Alonso tercero y Hamilton séptimo.

Para muchos aficionados españoles, la victoria de Raikkonen es el final menos malo a una temporada convulsa para McLaren y para Fernando Alonso. Es la penitencia que en McLaren deben pagar por la bisoñez y vanidad de Lewis Hamilton, la arrogancia y parcialidad de Ron Dennis y la charlatanería de Ecclestone. El problema es que éstos, sobre todo Dennis, se han llevado por delante las posibilidades de Fernando de lograr por tercera vez consecutiva el título. Mucho han de reflexionar sobre este fracaso los máximos responsables de McLaren. También Lewis Hamilton, a quien este fracaso puede pasarle factura en próximos campeonatos. Es el mejor novato de la historia, pero hoy se le habrá quedado una cara de tonto difícil de superar: es el único piloto que dilapida en dos carreras una ventaja de 17 puntos. Dicho con palabras de José Luis Torrente, Hamilton ha actuado "como un novato, como un gilipollas".

El más difícil todavía

Al terminar el Gran Premio de China, Fernando Alonso se agarraba a la necesidad de un nuevo milagro para ganar el Mundial de Fórmula 1 de este año, pero, tras el fin de semana y, especialmente, tras las sesiones de clasificación de ayer en Interlagos (Sao Paulo), parece que el milagro está cada vez más lejos o, por el contrario, que ha de ser más espectacular. Es evidente que Hamilton tiene el título bastante encarrilado. Sus dos máximos rivales están detrás de él en la parrilla de salida, y eso otorga una gran ventaja como hemos podido ver a lo largo de todo el mundial, salvo en los grandes premios en los que la lluvia ha hecho su aparición.
Ayer Hamilton volvió a hacer de las suyas (luego dice que sólo ha cometido un error este año: el de Shangai) y estorbó a Raikkonen en su vuelta rápida, pero todos sabíamos que su falta no iba a ser sancionada de ninguna forma pese a que el año pasado un incidente similar le costó a Fernando Alonso la nada desdeñable cantidad de diez puestos en la parrilla. No voy a comentar, por sabidas, las ventajas que FIA, comisarios y McLaren han otorgado a Lewis Hamilton en detrimento no sólo de Alonso, sino del resto de pilotos, que ya parecen tomarse a broma las investigaciones de la Federación sobre el mimado piloto inglés. Ayer, en el enésimo episodio de "No toquéis a mi niño", Ron Dennis y papá Hamilton se permitieron el lujo de reprender duramente a una periodista francesa por haberle preguntado a su protegido si consideraba que su actuación había sido deportiva teniendo en cuenta que había perjudicado a uno de sus máximos rivales. Tras la bronca, la insolente periodista salió llorando. No se percató de que estaba hablando con el único piloto del mundo que tiene dos padres y muchos simpatizantes entre los mandamases de la F1. Que se lo pregunten al parcialísimo Ecclestone.

¡Ánimo Fernando! ¡A por el triplete!

viernes, 19 de octubre de 2007

Dos hombres, dos vídeos y un destino

La Blogse ha demostrado una vez más su vocación de blog visionario. Hablamos aquí hace diez días, en pura primicia de un tema que ha acaparado los noticiarios de radio y televisión, y las portadas de la prensa española. Hasta ayer, nadie daba un duro por este asunto, que no es otro que el de la pronunciación del archifonema Z a final de sílaba, en este caso a final de palabra. Por este tema se apostaba menos que por la victoria final de Kimi Raikkonen este domingo; La Blogse ya trató de él el 9 de octubre.
El Presidente del Gobierno reconoce en un ya celebérrimo vídeo que pronuncia mucho la z, pero sus conocimientos de dialectología española no le dan (como es lógico) para saber que ese rasgo fonético es típico de grandes zonas de Castilla y León. Es curioso que un fonema inexistente en muchos idiomas y en muchos dialectos del español haya calado de tal forma en el castellano de Castilla. Casi parece que, inconscientemente, estos hablantes hayan convertido el sonido z en una enseña, en un rasgo de identidad, lo mismo que han hecho Zapatero y sus asesores en esta precampaña tan proclive a los vídeos.

Los dos grandes partidos han demostrado que saben hacerse oposición hasta en la propaganda audiovisual: Rajoy usurpando una solemnidad que no le corresponde y Zapatero mostrando una ligereza impropia de un presidente del gobierno buscando el voto. Aunque, puestos a elegir, prefiero el mensaje de insoportable buen rollo de Zapatero que el pretendido mensaje institucional del líder de la oposición. Como si no tuviéramos bastante con el mensaje del Rey en Nochebuena (del que no salva ni el mando a distancia) y, en Andalucía, con la copia corregida, aumentada y aún más insoportable que es el mensaje a los andaluces de Manuel Chaves.

En relación con éstos, el vídeo institucional de Rajoy resultaba extemporáneo y bastante absurdo, pero sobre todo cutre, muy cutre. A su lado, el mensaje de Zapatero parecía rodado por Spielberg; el de Rajoy no lo habría firmado ni Ventura Pons.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Un patio de grillos

Ayer por la noche, ya no cantó el grillo que amenizaba nuestras noches, no encendió la oscuridad con su monótono cri cri, o gri gri (no sé bien, que no entiendo el dialecto de los grillos).

El grillo no cantó anoche, ni antes de anoche, y mucho me temo que su final no ha sido mejor que el de su predecesor, porque es complicadísimo salir del patio interior en el que él solito se había recluido, y más aún salir vivo si se es un grillo macho de alas estridentes.

Hace dos semanas, en medio de la plaga de grillos que asolaba Palma del Río, me desperté más tarde de las tres de la mañana (des)arrullado por su canto de amor, que se me estaba clavando en los tímpanos entre la oscuridad de la noche y el sopor del insomnio. A la media hora de conciertazo, se oyó el crujir de una puerta y salir a alguien (quizá el mismo Fernando Argenta). Acto seguido, el noctámbulo descargó un furioso zapatillazo sobre el infeliz enamorado. Volvió todo junto: el silencio, el descanso, la alegría y el gozo: la carga de la infantería ligera había realizado su misión con éxito.

La brigada no fue, sin embargo, tan eficiente con el grillo que le sucedió en el cargo. Pasaron noches y más noches (¿por qué los grillos son nocturnos?, ¿por joder?) y el grillo campaba a sus anchas como un topillo castellanoleonés. Daban ganas de gritarle por la ventana que cómo se iba a comer un colín con esa mierda de canción que cantaba, todo el tiempo igual, pero, como he dicho antes, desconozco el dialecto de los grillos. Además, era imposible que una grilla alcanzase el patio donde se encontraba el feroz amador de cricris amplificados. Por el volumen podría haber atraído a hembras de varios kilómetros a la redonda, todas alrededor del edificio suspirando por el Ricky Martin de la especie. El ruido era tan descomunal que una noche me dio la tentación de llamar a la Policía Local para que midiera los decibelios del grito del colega. Hubiera sido desternillante que lo hubieran detenido y encarcelado después, cómo no, en una jaula de grillos.

Mejor le hubiera ido, porque las ganas de echar un polvo (pobrecillo, si él sólo pretendía perpetuar su especie) le han costado la vida. Su cadáver aparecerá, tarde o temprano, aplastado en una cuneta, como los de los chivatos de la mafia, por haber cantado más de la cuenta.

martes, 16 de octubre de 2007

Sentir morriña de la modorra (o modorra de la morriña)

Un día cualquiera del año pasado, en clase de 4º de ESO, varios alumnos me pidieron que no hiciéramos nada (si me dieran un euro cada vez que oigo esa frase, que diría Homer...) aduciendo que tenían morriña. Extrañado de que muchachos de 16 años sintieran morriña (¿de qué lejanas tierras?), interrogué sus rostros y no encontré en ellos ningún atisbo de melancolía, ni la más leve tristeza. Más bien presidía la cara de algunos un sopor inconfundible provocado por el botellón (la botellona, dicen por estas tierras) del fin de semana.
- Lo que tenéis vosotros es modorra.

- ¿Qué modorra? ¡Morrina! -respondió un alumno de nombre imperial que ni siquiera sabía pronunciar morriña.

Mi sorpresa fue aún mayor cuando mis compañeros no se extrañaron lo más mínimo de tan radical cambio en el significado de la palabra. De lo cual deduje que en parte del valle del Guadalquivir la palabra morriña con el significado de nostalgia, añoranza o la más tradicional (aunque en desuso) querencia había muerto.

La confusión de modorra y morriña se ha extendido con mayor rapidez de la que yo esperaba. Este verano, tomando café en el mítico bar Sequillo (de Rioseco, claro) con mi hermano Álvaro, oí la misma expresión: por edad, el hombre podría sufrir morriña, pero se veía a cien kilómetros que lo que le pasaba era que tenía un sueño difícilmente consolable.

Parece mentira que tomemos prestada una palabra de otro idioma (el gallego), que sin encomendarnos ni a Dios ni al diablo le otorguemos una función que ya realizaba otro vocablo, y que a fin de cuentas este término quede desplazado y sin trabajo. Así, con dos cojones. Que no cunda el ejemplo...

lunes, 15 de octubre de 2007

Paisaje de otoño con viento de levante (y sin foto)

Desde la cota más alta del pueblo, el mar (la mer) aparecía más oscuro que nunca, enemigo absoluto del anodino azul del cielo. En la inmensa playa de los Bateles, lengua de arena de varios kilómetros de longitud, el viento de levante (que fijó su residencia hace milenios en el estrecho y tierras aledañas) removía millones de granos y los lanzaba a morir a la mar como miles de diminutos lemmings suicidas. La arena flagelaba continuamente nuestras piernas exfoliadas por naturaleza y huía como un tironero de bolsos en una gran ciudad. El viento había robado la más próxima a las aguas y dejado al descubierto la base, la arena compacta y húmeda, rugosa como si el frío le hubiera puesto la carne de gallina. Aún había allí mucha arena seca, cuya claridad se destacaba sobre la tierra húmeda como ríos que iban a dar en la mar, como serpientes huidizas que buscaban presas bajo las aguas sin término, en la calma insondable de las profundidades abisales. En la superficie, olas de dos metros cuyas crestas pulverizaba el ansioso levante lamían nuestros pies ligeramente hundidos en la orilla y formaban constelaciones, estrellas, miles de diamantes fugaces al retirarse de nuevo hacia la mar bañada por el brillo del sol.
El levante resonaba profundamente en nuestros oídos y tañía en ellos una melodía de infierno. A la izquierda, ascendiendo por la colina, la mancha blanca de Conil miraba gallardamente hacia el océano en el que hace doscientos años tuvo lugar la batalla naval más pavorosa que vieron los siglos.

jueves, 11 de octubre de 2007

Foto-metáfora



El inteligente y distinguido lector de La Blogse habrá entendido sin problemas la metáfora presente en la foto: este blog se va de puente (el de la fotografía es el Vasco de Gama de Lisboa, de 14 kms. de longitud. Por desgracia, el que yo voy a disfrutar es muchísimo más breve). Volveremos con más cosas el domingo. Disfruten de estos días.

miércoles, 10 de octubre de 2007

La frase del día

Hoy una alumna de Adela ha dicho una frase que refleja perfectamente la importancia real de la televisión para una amplísima parte de la sociedad y, sobre todo, para los jóvenes. Adela intentaba explicarles (a ella y a sus compañeros) la necesidad de tener una actitud crítica ante los mensajes que recibimos de los medios de comunicación, que a veces (en España últimamente siempre) responden a intereses dudosos. La susodicha alumna, con grandes muestras de preocupación, ha contestado:
- Pues anda que como ya no podamos fiarnos ni de la tele...


martes, 9 de octubre de 2007

Sabadel, Madrit y Pepa Fernández

El sábado, mientras conducía entre montes alfombrados de olivos, Pepa Fernández se lamentaba en su programa de RNE de que los hispanohablantes no pronunciáramos la ll final que aparece en muchas palabras del catalán y se quejaba de que a los hablantes de catalán se les criticara por ensordecer la -d final del castellano, que en catalán se convierte en una t.
El problema de la -ll surge de vez en cuando, transformado ya en una especie de tópico sobre la falta de interés de los hispanohablantes por el catalán. En realidad, cualquier observador del lenguaje puede darse cuenta de que en español no sólo no existe la -ll a final de palabra, sino que ni siquiera aparece en posición implosiva, es decir, después de la vocal, que es el núcleo silábico. El fonema -ll en esa situación es, por tanto, ajeno al sistema fonético del castellano y es lógico que sus hablantes no lo pronuncien, como no pronuncian fonemas extraños de otras lenguas, aunque sean cercanas como el francés o muy extendidas como el inglés.
Comparar eso con el ensordecimiento de la d a final de palabra es un sinsentido por varias causas. Primero, porque el catalán que, por contaminación (en terminología lingüística) dice maldat, está hablando en español, mientras que el hispanohablante que dice Sabadel en lugar de Sabadell no habla en catalán. Nadie en su sano juicio criticará la pronunciación en este último idioma de Madrid (o la de Teruel o la que sea) si no coincide con la castellana. En segundo lugar, porque el "error" que con tanto victimismo decía Pepa Fernández que se criticaba a muchos catalanes lo cometen, aunque de otra manera, en lugares cuya habla se ha convertido en la norma del español. En Valladolid, por ejemplo, decimos Valladoliz, no Valladolid, y también se nos critica por ello.
Dejémonos de luchas lingüísticas baldías y de victimismos sin causa e intentemos hablar de la mejor manera de que seamos capaces en el idioma en el que nos estemos expresando . Nuestros oyentes nos lo agradecerán.

lunes, 8 de octubre de 2007

El nuevo rey de la comedia (microencuestas de La Blogse)

Los blogseros han vuelto a emitir su veredicto: Aznar hablando con acento tejano ha provocado más risas que el magnífico monólogo de Gila (antes de que existieran los monólogos tal como hoy los conocemos). Los tiempos cambian y, según esta encuesta, los cómicos también.

Aznar ha arrasado en la microencuesta. Su candidatura se ha llevado el 40 % de los votos, cantidad muy cercana a la mayoría absoluta con la fantástica e igualitarísima ley D'Hont. En La Blogse, contrariamente a lo que sucede en muchos sistemas electorales, mantenemos la máxima de un hombre-un voto. Así que un 40% es un 40%, sin correcciones.

A gran distancia han quedado los otros tres contendientes. Sánchez Dragó fue el que se llevó el gato al agua en la reñida lucha por la segunda plaza (el 23% de los votos), y a fe que viendo las imágenes en las que dialoga con una perpleja Ana Botella se explica uno muchas cosas, sobre la encuesta y sobre la obra del susodicho escritor y showman.

Ahmadineyad luchó con gran coraje hasta el final (20%). Los blogseros han encontrado en él a un hombre carismático y con un gran sentido del humor. Su show (titulado En mi país no hay homosexuales) ha sido muy comentado y degustado por múltiples sectores de todos los países del mundo. La duda que ha surgido es el delito que han cometido entonces los hombres a los que ajustician en Irán acusados de homosexualidad. Difícil y trágica pregunta alejada sin embargo de nuestro cometido original.

La sorpresa proviene de Gila. Su parodia de la guerra no ha tenido el éxito que se esperaba. Ha perdido actualidad, porque el humor, como se desprende de nuestra microencuesta, ha variado mucho en estos últimos años, o quizá porque el movimiento social contra la guerra de Iraq se ha llevado por delante todo lo que pertenezca o recuerde lejanamente al mundo bélico.

Aznar ha logrado destronar a Gila. Fiel a su tradición investigadora, La Blogse, que tantas primicias ha dado a sus seguidores, ha encontrado al rey de la comedia mucho antes que Edu Soto. El pobre no hace más que dar palos de ciego sin darse cuenta de que los genios del humor se han trasladado a las portadas de los periódicos y a los telediarios.




domingo, 7 de octubre de 2007

Dos coches en la grava


Esta mañana me he despertado pronto, de lo que paradójicamente me alegro. El madrugón me ha permitido contemplar en vivo y en directo cómo Lewis Hamilton varaba su McLaren en la grava del circuito de Shangai por un error incomprensible. Hamilton braceaba desesperadamente para que los comisarios le empujaran el coche y lo sacaran del atolladero en el que se había metido él solito (claro, la costumbre), y los comisarios efectivamente aparecieron, pero empujaron el coche sin interés y de muy mala gana. Álvaro y yo no respiramos tranquilos hasta que Hamilton no sacó el volante, porque este año la Fórmula 1 ha mostrado todo su potencial para sorprendernos. Bernie Ecclestone, el pobre, estaría revolviéndose en su butaca y llamando por el móvil al RACE chino para que sacaran a su compatriota del apuro; y no digamos Ron Dennis, que ante la adversidad braceaba con la misma angustia que su amado discípulo en su bólido.

Cuando Fernando Alonso entró segundo tras Raikkonen, no podía imaginar que un par de horas más tarde iba a presenciar una imagen semejante a la de Hamilton, aunque sin la emoción y la alegría del abandono del inglés. Sobre las once y veinte de la mañana, el Renault Laguna en el que mis hermanos Diego y Álvaro volvían a Medina de Rioseco tras unos días en Lucena (donde Diego ha dado un concierto de piano) y Palma del Río ha hecho un ligero ruido, inapreciable para Álvaro, y ha ido descendiendo de velocidad, lenta pero inexorablemente. Cuando Adela y yo fuimos a buscarlos, la imagen del coche parado en el paisaje verde de la carretera de Fuente Palmera me trajo inmediatamente a la memoria el McLaren número dos en el ínfimo trozo de grava que a Hamilton se le habrá antojado enorme, gigantesco, infinito, cuerpo celeste diminuto en medio de la vastedad sin límites del universo.

jueves, 4 de octubre de 2007

El caballero de Olmedo ante la muerte

Leo en la entrada de ayer del blog de mi hermano Diego que Jesús Legido, un magnífico compositor vallisoletano, está preparando una ópera sobre El caballero de Olmedo, una de las más grandes obras maestras de Lope de Vega. Los argumentos de muchas comedias de la época se tomaban de la historia de España, pero había otras muchas que buscaban su tema en los refranes, como El perro del hortelano, conocida por el gran público gracias a la versión cinematográfica de Pilar Miró. Otras comedias se basaban en la literatura popular: El caballero de Olmedo recrea la historia de una hermosa copla:

Que de noche lo mataron,
al caballero,
la gala de Medina,
la flor de Olmedo.

Lo que distingue esta comedia de otras de Lope es la aparición del mundo sobrenatural en el tercer acto aprovechando que el espectador ya conoce el trágico final que le espera a don Alonso, el gallardo y valeroso protagonista. Pese a las señales que le aconsejan que no haga el trayecto nocturno entre Medina del Campo y Olmedo, entre otras, la confusa aparición de su propia sombra, el caballero se lanza directo a su destino para cumplir sus obligaciones filiales. Y entonces se encuentra el caballero solo, en medio de la noche, en el mayor de los silencios y de las tinieblas. Y en esa oscuridad y en ese silencio surge el clímax de la obra: un labrador que canta en las tinieblas

Que de noche le mataron
al caballero,
la gala de Medina,
la flor de Olmedo.
Sombras le avisaron
que no saliese,
y le aconsejaron
que no se fuese
el caballero,
la gala de Medina,
la flor de Olmedo.

El espectador sabe que el final está cerca y don Alonso también. Un extraño terror recorre su cuerpo valeroso: su destino trágico, el final que ya cantan por los caminos las sencillas bocas de los labradores, va a consumarse. Y el mismo temor invade las entrañas de los espectadores, porque algo indefinible dentro de su ser les dice que llegará el día, remoto o cercano, en el que ellos mismos serán los desventurados protagonistas de un desenlace como este.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Una mentira incómoda

A principios de año, un grupo de científicos británicos vaticinó que este verano iba a ser el más caluroso de la historia por obra y gracia de un calentamiento global provocado por los gases de efecto invernadero. Pero llegó el estío y las temperaturas no alcanzaron, al menos en España, las alarmantes cifras que preveían los científicos, sino todo lo contrario: este año el frío al rostro no ha venido sólo en agosto; más bien no ha cesado desde el invierno, igual que la plaga de topillos.

El error de los científicos británicos ha dañado la credibilidad de la comunidad científica en general, a la que muchos han venido acusando de hiperbólica y catastrofista, y ha perjudicado, por tanto, a la imprescindible concienciación sobre el problema. Este verano, los escépticos, los que nunca se fían de los expertos en el tema y menos aún de los ecologistas de Greenpeace, han tenido la oportunidad de reírse a carcajadas de los que con mucha razón y algo de apostolado anuncian la irrupción (más que la venida) de un mundo nuevo: "Si es que sois tontos", le decía un agricultor riosecano a su comprometido hijo. "Os tragáis cada chorrada..."

Los profetas que yerran, los Anthony Blake que se atreven a pronosticar el porvenir, acaban por quedar a la altura de la bruja Lola, porque en la meteorología del futuro no hay enanos y tampoco predicciones ciertas más allá de unos días. Por eso desapareció el calendario zaragozano, pese a que era muy útil para preparar los puentes y las vacaciones de verano. Sólo que luego no acertaba nunca.

Los profetas que yerran son tomados por locos, o por charlatanes de feria. Y si un científico actúa como un charlatán le hace un flaco favor a sus propias investigaciones y a los colegas que estudian los mismos temas. Todos los que no tenían mucho interés en creer en el cambio climático se han agarrado a ese fallo como a un clavo ardiendo. Y el cambio climático no es una invención, existe de veras, como puede comprobarse, por ejemplo, en el documental de Al Gore, Una verdad incómoda, o en el fantástico artículo del National Geographic de este mes sobre la retirada de los hielos.

Pero si ustedes quieren, de eso hablaremos otro día; cuando se deshielen un poco más los polos.

martes, 2 de octubre de 2007

Una leyenda urbana educativa

Existe una leyenda urbana educativa que va más allá de la realidad y que se retroalimenta año tras año por difusos medios sin que pueda sostenerse en ningún aspecto de la realidad que nos rodea. Como la leyenda de la joven de la curva, la de las caras de Bélmez o la de la masa de Telepizza, el mito vuelve sin tregua cada septiembre. Hoy mismo, ya octubre, a Adela, que hablaba de que con la gratuidad de los libros de texto en la ESO los libros iban a pasar de un alumno a otro durante cuatro años, una alumna le ha contestado enfadadísima: "Así no podréis cambiar los libros de texto todos los años".
El asunto no es baladí y persigue al profesorado desde hace tiempo sin que nadie pueda hacer nada para parar el bulo. Las amigas de una prima de Adela le comentaban lo mismo que su cariacontecida alumna cada inicio de curso: "Los profesores cambian los libros todos los años".

Antes de que Íker Jiménez se ponga a investigar con todo su equipo este expediente X, debo informar de que, si no me equivoco, los libros de texto hay que mantenerlos durante cuatro años salvo que los políticos de turno cambien el currículo, es decir, el plan de estudios. En ese caso es obligatorio utilizar un nuevo libro de texto adecuado a los nuevos contenidos. Ocurrió eso hace cuatro o cinco años y vuelve a ocurrir ahora en algunas asignaturas con la entrada de la LOE (en Andalucía pronto nacerá la LEA; sí, tienen razón: las siglas molan mazo).

Con la gratuidad de los libros de texto, este mito urbano que nace, crece, se reproduce pero nunca muere en institutos y demás lugares en los que grácilmente se aposenta la educación obligatoria, tendrá que desaparecer a la fuerza. Claro que siempre quedarán los nostálgicos que recordarán los malos tiempos en los que los profesores les cambiábamos curso tras curso los libros de texto, el gasto que más ha escocido a los bolsillos medios de este país durante muchos, muchos años.

lunes, 1 de octubre de 2007

La lengu@, el géner@ y el sex@

Ayer, Rafael Reig lanzó a los cuatro vientos una sugerente propuesta en Público. Su artículo versaba sobre la ya no tan reciente costumbre de utilizar juntas la forma masculina y la femenina (o, peor aún, la arroba) para evitar la discriminación por razón de sexo. No vamos a negar que la lengua es machista, porque la lengua es producto de la sociedad que la usa (y que, por tanto, la modifica) y nuestra sociedad es patriarcal. Rafael Reig no pretende que dupliquemos un sustantivo con sus dos formas genéricas, pues le parece una cursilería (lo de los vascos y las vascas del lehendakari consulting), pero propone una solución al parecer usada por los anglófonos que consiste en alternar el uso de ambos géneros en formas impersonales. No sé qué querrá decir exactamente con eso, porque Congreso de los diputados (o Congreso de las diputadas), que es el ejemplo que da Reig, no es ninguna expresión impersonal hasta la fecha.
La sociedad puede modificar la lengua, cierto, pero a su vez está determinada por ella, ya que la lengua la antecede. Un hablante no puede cambiarla a su antojo, porque las lenguas son convencionales y sirven para entenderse. Es decir, si yo leo Congreso de las diputadas pienso que allí sólo hay mujeres, porque el femenino se emplea exclusivamente para personas de ese sexo, diga lo que diga un usuario concreto.
Si las feministas vieran el lado positivo de las cosas, se darían cuenta de que en cierto modo las mujeres están privilegiadas por ese machismo, ya que poseen en la lengua un género exclusivo para ellas, mientras que los hombres tienen que compartir el suyo con las féminas. Sería algo así como lo mío, mío, y lo de los demás, a medias.
Lingüísticamente, la explicación es más simple, porque no está contaminada por la dictadura de lo políticamente correcto. Las lenguas se rigen por dos principios. Uno de ellos es el principio de economía. Es un principio que seguimos muchos seres humanos: no gastes más energía de la estrictamente necesaria. Por eso no hay tres géneros, sino que a uno de ellos se le asigna su valor propio más el de la totalidad, el del conjunto. En lingüística a este último se le conoce como término no marcado en cuanto al género. A mis alumnos les suelo poner el ejemplo tipo: día y noche. Día es el término no marcado. Es el período de tiempo que goza de la luz solar, pero también se refiere al día completo, que incluye la noche. Así el hablante no tiene que usar más que dos palabras, se ahorra una. Y lo mismo sucede con el género. Que en ello ha influido (inconscientemente) el machismo imperante en nuestra sociedad desde hace siglos es evidente. Pero pretender corregirlo artificialmente como quieren los políticos (tan afectos a lo políticamente correcto) y las feministas de raza (¿por qué no exigen que se diga pianisto?) no resuelve el problema. Ni lo resuelve la imaginativa solución de Rafael Reig. El sistema que usa la lengua es perfecto y cambiarlo significa convertir al género femenino en el término no marcado, porque a ningún hablante que no dé discursos políticos jamás se le ocurrirá habla a sus amigos y a sus amigas sobre los diferentes temas y temos de los que les apetezca (o apetezco) hablar. Y una vez allí, la situación será simétricamente tan discriminatoria como la actual. Después de recorrer un camino tan largo, tendríamos que desandar lo andado con tanto sacrificio.