miércoles, 26 de septiembre de 2007

Castigo de dioses

Ahora que dar un azote se considera trato vejatorio, salvajada y experiencia traumática, y que a los criminales más execrables se les trata correctamente en las cárceles, construidas (en principio) con la intención de rehabilitarlos, los castigos que los dioses griegos infligían a todos aquellos que infringían las normas (perdóneseme el juego de palabras) destilan una furia, una dureza y una inventiva sin límites. En este blog hemos tratado el castigo que Zeus impuso a Atlas en una entrada sobre un lied de Schubert y un poema de Heine protagonizado por el titán rebelde. Pero en la mitología griega puedes cargar para siempre con la bóveda celeste y no salir del todo malparado. A castigos más crueles fueron condenados otros seres mitológicos. Zeus encadenó a una roca a Prometeo, el protector de los hombres (y, según algunas historias, su creador). Todos los días se lanzaba a devorar su hígado un buitre (al que Unamuno dedicó uno de sus mejores poemas: "A mi buitre") y el inclemente hígado crecía invariablemente por la noche para no dar fin jamás a su sufrimiento. [Prometeo tuvo suerte: fue rescatado por Heracles]

El suplicio del soberbio y parricida Tántalo no es menos terrible. Zeus, harto de sus desmanes, lo recluyó en un apacible lago bajo un espléndido árbol lleno de apetitosas manzanas. Pero el agua y las manzanas lo rehúyen cuando le entran sed o hambre, así que se ve obligado a pasar penalidades con el agravante de tener al alcance de la mano lo que podría saciar su apetito voraz.

Sísifo debe sufrir una insatisfacción semejante a la de Tántalo. Está condenado a subir una piedra por la ladera de una montaña hacia una cima que nunca corona, porque la roca se le escapa de entre las manos y regresa inexorablemente a su posición de inicio. Desde allí Sísifo reinicia pacientemente su trabajo sin cambios y sin éxitos.

Los dioses griegos demostraban estar tocados por la divinidad en la imposición de castigos. Sus penas poseen una grandeza y una altura imposibles entre los mortales. La inmortalidad es lo que aumenta las penas y las sublima, lo que las hace aterradoramente dolorosas y temibles. Nosotros, los humanos, podemos escapar a esos castigos, pero no los eternos Prometeo, Tántalo y Sísifo, sometidos a un castigo reiterado del que no pueden sustraerse y que convierte el placer de la vida sin fin en un sinsentido insoportable. Para ellos, la muerte sí tiene sentido; porque para ellos no sirve aquello tan humano de "No hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista".

8 comentarios:

Álvaro Fernández Magdaleno dijo...

Los castigos mitológicos son hermosamente brutales.
Un beso chama,
Álvaro

No.me.pises.que.llevo.chanclas. dijo...

Me ha encantado tu comentario.

un beso.
Nuria.

Diego Fernández Magdaleno dijo...

A Hitler, Stalin... les hubiera venido bien alguno de esos castigos.
Besos,
Diego

nerea dijo...

Uf... impresionante. Me encantan todas las historias que tengan que ver con la mitología. Muchos de estas historias (castigos) no las conocia.

Besicos!

José Ángel Gaviero dijo...

Me ha gustado mucho el artículo de mitología. Y yo sólo conocía la historia de Sísifo. La verdad es que se me ocurren dos o tres personajes que se merecerían algún castigo así...

Unknown dijo...

...entonces,en épocas pretéritas qué tipo de castigo hubiera merecido Juliancito Muñoz?me vienen a la cabeza unas cuantas..jeje.

p.d:buen post.

Pablo A. Fernández Magdaleno dijo...

Desde luego que ni los dioses griegos encontrarían un castigo adecuado a los crímenes de Hitler y Stalin. Juliancito Muñoz, el hombre, es un principiante: se ha dejado pillar vivo y enterito.

Anónimo dijo...

Excelente la conclusion " para ellos la muerte si tiene sentido" nunca lo habia pensado asi.. lo cual hace que esos castigos como lo dijo Alvaro..sean "hermosamente brutales"