sábado, 8 de septiembre de 2007

La especie kamikaze



La pareja de osos panda gigantes ha aterrizado en Madrid después de 35 horas de interminable viaje, como cuenta hoy El País. El objetivo del regalo, aparte del detalle de los gobernantes chinos a la Reina de España, es procurar que la especie no termine extinguiéndose en breve, pese a que el optimismo en este caso es difícil por diversos motivos. El culpable principal de todo este embrollo, de la posible desaparición del oso panda gigante y de tantos otros animales, es, por supuesto, el hombre. A los osos panda gigante, el ser humano les está reduciendo a marchas forzadas su hábitat natural: los bosques de bambú. Pero es que hay animales que colaboran muy poco en su propia supervivencia.

En primer lugar, no ayuda mucho su dieta, basada exclusivamente en el bambú. Los osos panda podrían haber aprendido de sus primos los osos pardo, que, como hemos estudiado todos y cada uno de nosotros en el cole, son omnívoros, es decir, comen omnis, pero no: se comen 14 kg. de bambú por barba y día (los fenómenos tardan nada más y nada menos que doce horitas en zampárselos). La profesora Roselló les aconsejaría que enriquecieran más su dieta (donde esté la dieta mediterránea...), pues tanta monotonía no puede traer más que enfermedades. Lo peor de todo no es que su dieta sea monocroma, sino que, pudiendo comer tomate o lechuga, incluso pino piñonero, los tíos se pirran por el bambú, un árbol que no se caracteriza precisamente por conocer mucho mundo. Y en eso la comida es clavadita a su comensal preferido.

Aparte de fallar en la dieta, el oso panda gigante falla en el otro aspecto fundamental de la vida, citado ya en el siglo XIV por el Arcipreste de Hita:

Aristotiles dixo, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera era,
por aver mantenencia, la segunda era
por aver juntamiento con fenbra plazentera.
Si lo deziés de mio, serie de culpar,
dizlo grand filosofo, non so yo de reptar.


Evidentemente no lo dijo Aristóteles, que yo sepa, pero en la Edad Media la cita de autoridad era la mejor manera de colarle al personal cualquier cosa sin que los demás osaran rebatirla.
Imagínense que el ser humano es como el oso panda, a saber: sólo come bambú y las hembras entran en celo una vez al año y dos escasos días. Sólo faltaría que esos dos días tuvieran la regla o les doliera la cabeza o que, por el contrario, fuera la final de Supermodelos, Gran Hermano, La isla de los famosos o del Mundial (un Brasil-España, por ejemplo). Por ese camino iríamos derechitos a la extinción total.

La osa panda gigante tiene dos misérrimos días de celo al año, y el oso panda, con un poco de suerte, está ahí al lado (como un novato, como un gilipollas) y ni se entera. Según la cuidadora del zoo de Madrid, el personal tiene que estar muy atento al momento de celo de la hembra para animar a la pareja a entrar en acción. Será que el oso macho está enfrascado en el mundial de mus sin amarracos.

Atando cabos, a mí me da que el oso panda es un suicida, el oso panda como especie; que se ha cansado de comerse bosques de bambú, que tienen pinta de ser totalmente insípidos, y de estar esperando los dos días al año de celo de la hembra para disfrutar del sexo y a veces enterarse (como un novato, como un gilipollas) dos meses después de que hayan pasado por delante de sus atrofiadas narices.

¿Merece la pena vivir una vida tan dura? Quizá la extinción sea la tierra prometida de los osos panda.

4 comentarios:

Diego Fernández Magdaleno dijo...

Así no hay quien pueda. Qué sibaritas.
Abrazos,
Diego

Álvaro Fernández Magdaleno dijo...

Menos mal que nos somos osos panda.
Un beso chamaquete.
Álvaro

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Si es que estos bichos colaboran poco, con lo bien que tratamos el medio ambiente nosotros...

El Socio dijo...

Bueno, nunca he visto a elefantes repoblar los árboles que se comen.