martes, 25 de septiembre de 2007

Hernando de Acuña, capitán y poeta

Conocido sobre todo por un soneto que encarna bellamente la idea imperial de Carlos V, Hernando de Acuña compuso una interesante obra poética en metros castellanos y en los metros italianizantes que trajeron a España Boscán y Garcilaso, a quien Acuña conoció poco antes de la muerte del toledano en la fortaleza de Muy.
Hernando de Acuña era casi 20 años más joven que Garcilaso y vivió casi 60 años. Pese a todos los avatares con los que se enfrentó (su vida, como la de tantos personajes de su época, merecería cientos de novelas), murió de viejo, muy probablemente en Granada.
El mundo lo recibió, sin embargo, en Valladolid. Dejó su ciudad natal siendo "muy mochacho" para servir al Emperador en Italia junto a su hermano Pedro, amigo por cierto de Garcilaso, y su destino, o su servicio, lo llevó por muy diversos lugares de Europa (Flandes, Alemania, Francia...) y de África, donde tuvo que hacerse cargo de una plaza amotinada.

Después de 15 años de trabajos para el Emperador, entre otros, la versificación de la traducción hecha por el propio Carlos V de su obra favorita, El caballero determinado, volvió a pisar tierras castellanas. Seguramente entre Valladolid y Madrid escribiera un Memorial en el que relata los hechos más notables de su vida en beneficio del Emperador y de su hijo, el ya rey Felipe II, para que se le otorgara algún pago por los servicios realizados. Acuña, que ha dejado su tierra muy joven, que se ha pasado años y años luchando con las armas y con la diplomacia por muchas partes del mundo, que se ha encargado en importante ocasión de la protección de Carlos I, que ha participado en grandes batallas, como la de San Quintín, tiene que pedir dinero a Felipe II porque durante esos años ha incurrido en unos gastos que nadie le ha pagado. Ha gastado su vida y su renta en luchas que en realidad ni siquiera eran suyas. Y lo ha hecho por deber y por lealtad a su Corona.
La obra de Acuña se resiente de las evasivas de Felipe II, quien le encarga a algún súbdito que se le dé algo por ser quien es. Y, sin embargo, Acuña sigue defendiendo fielmente los intereses de su rey en Granada, acompañado por su amigo Diego Hurtado de Mendoza, quizá con una frase revoloteándole por la cabeza como una mariposa loca, una frase vieja de cantar antiguo: "Dios, que buen vasallo, si oviesse buen seior".



7 comentarios:

Diego Fernández Magdaleno dijo...

En Valladolid es muy famoso... por la calle de Parquesol...
Besos,
Diego

Pablo A. Fernández Magdaleno dijo...

Al hombre no lo conoce ni Perry Mason en Pucela. Desde luego...

Pedro Ojeda Escudero dijo...

bueno, al menos lo deja muy claro la placa: "Calle de Hernando e Acuña. Poeta"
Correcto sonetista. Supo jugar con el concepto retórico de la sinceridad poética, en lo que todavía andamos enredados (Soneto I): "No quiero que en mis versos haya engaño/sino que muestren mi dolor tamaño/cual le siente en efeto el sentimiento".
Me ha sorprendido, para bien, la entrada, Pablo: parece que ya nadie lee a estos, tantos, autores. Felicidades.

Luis Vidal dijo...

Gracias por la visita a Rio Abaixo.
Un Saludo.

nerea dijo...

Desgraciadamente no conozco mucho la poesía. Empezar a leer a Benedetti y me gustaba bastante pero mi orgullo me hizo dejar de leerlo (y a la poesía con él) por ser el escritor favorito de mi ex. Sé que no debería ser así pero deje de hacerlo así sin más y seguí leyendo mis libros habituales y me aparte de la recién descubierta lectura. ¿Que no hay excusa, que tengo que volver a leer poesía y que soy yo la que más pierdo? Lo se y lo haré. Y uno de ellos será Acuña, no lo conocía pero hay tantos que no conozco…

Besicos!

No.me.pises.que.llevo.chanclas. dijo...

ni Perry Masonnn jajajajajjaja

hombre, algo de idea, tenemos de quien era...

un besoo!

Rosa dijo...

Vine a conocer su blog el cual es muy interesante y variado, seguiré pasando . Saludos