viernes, 31 de agosto de 2007

Resultados de la encuesta sobre la eliminación de los topillos

No cabe ninguna duda: veintidós de veintidós encuestados, es decir, un redondísimo 100%, opinan que la mejor manera de acabar con los ubicuos topillos es arreándoles contundentes patadas en sus partes para que se acojonen y escapen por lo menos a Portugal. Deduzco que están ustedes actuando en consecuencia, porque según la Junta de Castilla-León la plaga se está reduciendo a buen ritmo. Ellos dirán que la reducción se debe a la quema de rastrojos y a otras medidas que ha puesto en marcha la consejería, pero nosotros, sólo nosotros, sabemos la verdad: que la plaga, como todas las cosas importantes en la vida, se está arreglando a base de certeras y letales patadas en los huevos.


Ahora sólo nos falta decidir una cosa: ¿cómo (coño) liquidamos a las topillas?

Un ejemplar de microtus arvalis se esconde por miedo a los cazatopillos.

jueves, 30 de agosto de 2007

Los (extraños) eventos consuetudinarios que acontecen en la tele

En la programación televisiva actual, pocos son los programas que destacan por su capacidad informativa, cultural y de entretenimiento. Aunar estos tres elementos debería constituir el objeto primordial de todo profesional de la televisión, pero a estas alturas las cuotas de audiencia y la relación calidad (resultados) –precio (dinero que cuesta a la cadena) priman sobre cualquier otra disquisición. La programación actual busca exclusivamente el entretenimiento del televidente o, mejor aún, enganchar como un narcótico al espectador para convertirlo en teleadicto de programas que ni siquiera son amenos. Es el caso de Aquí hay tomate, cuyas elevadas cuotas de audiencia me dejan absolutamente perplejo precisamente porque es un coñazo insoportable. El Tomate es un programa hecho de retazos de otros que promete durante todo su transcurso noticias que luego nunca aparecen porque nunca las han tenido y maldito el remordimiento que les causa mantener engañada a su audiencia día tras día, si la audiencia continúa pegada al televisor viendo cómo algún famoso va a comprarse un colchón o a buscar a sus hijos al colegio, o comprobando cómo Jorge Javier Vázquez difama con maldad y alevosía a cualquier persona que le caiga mal o que simplemente haya criticado la vergonzosa naturaleza de su programa.

Aparte del éxito del Tomate, me asombran muchas otras cosas de la tele, pero ninguna de la manera que me fascina la presencia de Pedro Erquicia en Documentos TV, presentando el programa en hierática postura, explicando un documental que, se supone, vamos a poder disfrutar (o lamentar, según el caso) al instante. ¿Es que somos bobos nosotros, señor Erquicia? ¿Es que considera usted que su entretenidísimo resumen inicial, con su arrolladora dicción, anima a ver el programa a hordas de espectadores? Si, como director de Documentos TV, pretende que aumente su audiencia, sustitúyase a sí mismo y designe como presentadores a Darek y a Elsa Pataky; y si no, deje que interpretemos los documentales por nosotros mismos. En cualquiera de los dos casos, la cultura española se lo agradecerá.

martes, 28 de agosto de 2007

En la muerte de Francisco Umbral


Después de varios días sin escribir, me encuentro de nuevo frente al ordenador en un día plagado de acontecimientos tristes, marcado por las inesperadas muertes de Antonio Puerta y Francisco Umbral.

Aunque muchos lo recuerdan exclusivamente por el enfrentamiento que mantuvo en televisión con Mercedes Milá, la figura de Umbral rebasa con creces la tópica fama de personaje díscolo y malhumorado que acompaña a varios escritores españoles, en el caso de Umbral, quizá con justicia.

Su Mortal y rosa es una de las novelas más interesantes del siglo XX, una novela lírica cuya prosa asombra por su belleza y que, sin un argumento sólido, aunque con el motivo recurrente de las inexplicables enfermedad y muerte (en la vida real) de un hijo con apenas seis años de edad, introduce al lector en un mundo de dolor y sufrimiento que lo deja exánime.

En una entrevista a escritores de Castilla-León, le preguntaron qué obra le hubiera gustado escribir. Con su vanidad habitual, Umbral respondió: "Mortal y rosa. Ya la he escrito".

viernes, 24 de agosto de 2007

Un parecido muy razonable

Faemino y Manu Chao. ¿Quién es quién?


jueves, 23 de agosto de 2007

Riosecana poética (o bejarana poética II)


A veces se acuña una palabra que, a través de un oportuno fogonazo de las musas, refleja a la perfección una idea que ha vagabundeado durante largo tiempo por el cerebro sin hallar vocablo en que amoldarse. Seguramente sin percatarse de ello, Luis Felipe Comendador, en Lunares, ha creado un neologismo que recoge el rasgo fundamental de una parte importante de la poesía actual: proesía.

La proesía viene a ser la antítesis de la prosa poética, en el sentido de que ésta es lírica mientras que la proesía es prosa escrita en verso: prosa poética versus poesía prosaica. Bajo este epígrafe podríamos incluir las obras de dos poetas denostados y aborrecidos hasta la extenuación, o ninguneados por autores de poesía aún menos lírica que la "realista" de, por ejemplo, Gaspar Núñez de Arce.

Pero voy a poner un ejemplo de un escritor insigne que cité también en la conversación que mantuvimos en la escarlata Piel de Toro de Béjar y que menciona Luis Felipe en su blog: José Hierro. Su Cuaderno de Nueva York, de arrollador éxito, es quizá la obra más eminente y representativa de la recién acuñada proesía o poesía prosaica.

"Luis van Beethoven murió en mil ochocientos veintisiete (es lo que piensan los desinformados), pero yo lo he visto en el Lincoln Center. Fue en los años noventa. Ocupábamos asientos contiguos. Yo lo reconocí por su expresión huraña y tierna y feroz. Y también por el desaliño de que nos hablan sus biógrafos. Escribí en mi programa estas palabras: "Excelente concierto". Y él asintió: "No se moleste en escribir, oigo perfectamente." José Hierro.

"Beethoven ante el televisor" posee un lirismo semejante al de una biografía cuidada (incluso descuidada) del compositor alemán y, por eso, no puede considerarse un poema por más que en realidad no esté escrito en prosa (eso lo he hecho yo para hacer más evidente su prosaísmo), sino en verso. Y es que versificar es tan fácil como cortar las frases cuando te apetezca.

Yo no sé definir la poesía, pero sí sé que "Beethoven ante el televisor" no es un poema, porque entonces sí sabría definirla: 'texto escrito en verso' y eso conllevaría tener que aceptar como poemas una receta de cocina, un poder notarial o un discurso del Rey que estuvieran escritos en verso. O sea, me vería obligado a aceptar barco como animal acuático.

No todo es poesía, porque eso equivaldría a decir que nada lo es, y mucho menos los lunares Elenamedelianos. La poesía es una realidad (irreal Carlos Martínez Alonso) cuya naturaleza se resiste a ser descubierta por más que los miembros del formalismo ruso, la estilística, el New Criticism y tantos otros se hayan devanado los sesos para, Santo Grial de la filología, asirla eternamente.

Las siete diferencias

Además de la encuesta sobre los topillos, desde la Blogse proponemos este entretenido juego con el que matar las largas jornadas veraniegas. Descubra las diferencias entre el topillo que arrasa los campos de Castilla (ay, don Antonio) y el que arrasa los campos de León.

Microtus arvalis castellanensis




Microtus arvalis leonensis

Solucionario: hallen la respuesta de las siete diferencias preguntando a cualquier cargo electo de UPL o a don Julio Llamazares.


1. Toreando en el Ártico de Álvaro Fdez. Magdaleno.
2. Madrid de Diego Fernández Magdaleno.
3. Lunares de Luis Felipe Comendador.

miércoles, 22 de agosto de 2007

El eterno retorno (de la programación televisiva)

Desde hace varios años, la televisión veraniega se alimenta de continuas repeticiones de programas y de series aderezadas con algún partido de fútbol amistoso y alguna otra retransmisión deportiva que, dada la novedad e interés del resto de la programación, se convierten en indiscutibles líderes de audiencia. Cuando llega julio, en los estudios de realización de los grandes y pequeños canales españoles no queda nadie, quizás algún becario condenado a prescindir de las vacaciones por ser un novato. La estrategia de la repetición, que trajeron a España Antena 3 y Tele 5, se ha extendido con más rapidez que el reggaeton, y no se limita a casos paradigmáticos como el de Los Simpsons (exponentes innegables del eterno retorno): me dio pánico el día en que me di cuenta de que los documentales de la 2 eran repetidos.
Este año les ha dado por repetir hasta las telenovelas. El siguiente paso es evidente: en breve aparecerá Matías Prats en el telediario con la primicia de que dos aviones se han estrellado contra las torres gemelas y, al día siguiente, Lorenzo Milá comenzará el suyo con las urgentísimas imágenes de Arias Navarro anunciando la muerte de Franco.
¿Creen que exagero? Esperen y verán.

1. Mapa de Springfield, la ciudad de Los Simpsons

lunes, 20 de agosto de 2007

El sabio del cerebro fosilizado

Un libro es un fósil, decía Carlos Martínez Alonso el sábado en la sección de "Consagrados y novatos" que este verano cierra la versión impresa del periódico El País; y, pese a lo que aparentan esas palabras, Martínez Alonso era el consagrado del tándem. El hombre que dice sin asomo de vergüenza que un libro es un fósil y que es antiguo en cuanto se imprime no es un consagrado cualquiera, sino el presidente del CSIC, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, es decir, una persona que influye notablemente en el desarrollo del saber de este país. Para este hombre, todo es investigación, todo es futuro; parece que ignora que la investigación no surge de la nada, que los investigadores se basan en lo que han hecho otras personas en el pasado y que la mayor parte de esos hallazgos se encuentran en los libros, en los museos arqueológicos que son las bibliotecas.

La entidad histórica de las avanzadas ideas del presidente del CSIC no queda ahí. Su vanguardismo y su modernidad positivista le conducen a negar la importancia de las letras (otra vez la estúpida -y relativamente reciente- dicotomía entre ciencias y letras). "Vosotros no tenéis realidad", dice Martínez Alonso orgullosamente, como dueño de una verdad absoluta, como si redescubriera América; como si el lenguaje, la literatura, la música, no existieran, no fueran realidad; como si la realidad sólo se hallara en lo asible, en lo medible, en lo que tiene peso, masa, en lo que se puede cuantificar, en lo objetivo; como si la belleza o la alegría, o el dolor y la pena, fuesen palabras sin sentido que sólo interesan al ser humano, o peor, que sólo existen, en cuanto que provocan un arqueamiento de los labios y unos centilitros de lágrimas.

No tenemos realidad: vivimos en la nada. Suerte que de vez en cuando un motor de explosión o un logaritmo neperiano nos muestren el secreto de la existencia y, por un momento, nos hagan ver la luz.
[Saber que el presidente del CSIC (¡¡¡el presidente del CSIC!!!) tiene esas ideas, simplemente acojona.]

domingo, 19 de agosto de 2007

Bejarana poética

¿Qué es la poesía? Es la pregunta que se formulan todos los literatos de la Edad Contemporánea (en otras épocas Aristóteles suplía cualquier duda), especialmente desde el triunfo de las vanguardias. ¿Qué es la poesía?, se pregunta Luis Felipe Comendador con un café con hielo en el ambiente rojo de la Piel de Toro bejarana. Y nosotros, Diego, Álvaro y yo, los vástagos masculinos de la estirpe de nuestro padre Diego, sólo podemos decirle lo que no es poesía en el magnífico interludio que es la parada en Béjar. No es poesía la prosa versificada de tanta poesía actual, no es poesía un texto que, leído sin versificación, no es más que una mala narración.

Luis Felipe quiere saber qué es la poesía, pero las poéticas nunca han ayudado a los poetas. Saber qué es la juventud no nos mantiene jóvenes y con la literatura estamos en lo mismo. Luis Felipe es un buen ejemplo de ello, hombre anhelante entre montañas mágicas de una verdad que se le escapa, porque, en realidad, existe y no existe.

miércoles, 15 de agosto de 2007

El asno de oro y la novela picaresca



Entre las obras que influyeron notablemente en la configuración de la novela picaresca de los siglos XVI y XVII, que fue a su vez el primer paso hacia la creación de la novela moderna, se encuentra El asno de oro de Apuleyo, una obra del siglo II de nuestra era muy leída por los círculos erasmistas españoles de la primera mitad del siglo XVI, con los que precisamente se vincula al anónimo autor del Lazarillo.


La obra cuenta la historia de Lucio, que, por un exceso de curiosidad, se transforma en burro y experimenta como animal diferentes aventuras, aunque en muchas de ellas actúa exclusivamente como testigo. De la picaresca española le separa el gusto de Apuleyo por la fantasía y la magia, por la que fue juzgado por sus contemporáneos. La picaresca muestra en cierta medida la realidad de su tiempo y ni la metamorfosis de Lucio ni la aparición de dioses y elementos mágicos parecen muy realistas. Sin embargo, pese a esta importante diferencia, las semejanzas entre El asno de oro y la novela picaresca saltan a la vista, desde la autobiografía (¿ficticia?: recordemos que muchos creen que Apuleyo se llamaba Lucio por el personaje de su novela) hasta la sucesión de amos.


Pese a todo el aparato sobrenatural, Apuleyo intenta que su novela sea verosímil, al menos en cuanto al perspectivismo del narrador. En varias ocasiones Lucio explica cómo conoce detalles de algunas historias en las que no está presente. Es algo que ocurre también en el Lazarillo cuando Lázaro recibe el garrotazo del avaro clérigo de Maqueda y queda sin sentido durante tres días. Lázaro comenta entonces que sus conocimientos sobre lo ocurrido en esos días procede de sus conversaciones con otros personajes. Existen otras similitudes, pero no parece éste el lugar indicado para explayarme en ellas.
El asno de oro es un texto interesantísimo que nos remonta a los orígenes de la novela y nos revela que su creación obedece al gusto del ser humano por contar (y escuchar) las más increíbles historias.

martes, 14 de agosto de 2007

En busca del cuyo perdido

Todos sabemos a estas alturas que el diccionario y la gramática de una lengua son seres que sufren un maltrato continuo y deshonroso; y todos sabemos también que muchas de las vejaciones y tropelías de que son objeto proceden de un gremio multiforme y heterogéneo, de un gremio con carrera, no faltaba más, cuyo principal instrumento es precisamente el objeto de su saña. Los periodistas (¿o mejor licenciados en ciencias de la información?), con las excepciones que se quiera, adolecen de desidia en el aprendizaje de las normas idiomáticas, algo que no se ha corregido con la edición de libros de estilo, porque, para que funcionen, alguien tiene que leérselos.
Hay cientos de errores, pero me interesa detenerme, no en un error en sí, sino en un olvido, en un destierro. Los periodistas han condenado al ostracismo (como dirían ellos mismos) a la palabra cuyo, el determinante relativo que no es que nos alegrara la vida, pero cumplía una función dignísima. Y lo peor de todo es que la frase sustitutiva resulta un circunloquio insoportable. De "Los dos hombres, cuya nacionalidad se desconoce, han sido trasladados a un centro de acogida" a "Los dos hombres, de los que se desconoce la nacionalidad..." hay un gran trecho.
Hagamos propósito de enmienda, pidamos perdón a cuyo y levantemos el destierro a un relativo que tiene tanto derecho a subsistir como sus congéneres. He dicho.

lunes, 13 de agosto de 2007

Fernando Alonso, discriminado en McLaren


La encuesta no deja lugar a dudas y redunda en lo que se ha repetido hasta la saciedad en toda España tras el Gran Premio de Hungría: que a Fernando Alonso no se le trata en su equipo de la misma forma que a Hamilton. Si Alonso hubiera cometido una falta semejante a la del joven inglés, las consecuencias habrían sido graves. Perjudicar a su equipo y a su compañero de una manera tan flagrante y, lo que es peor, de la mano de su omnipresente padre y contra su gran protector, es una buena prueba del carisma personal de Hamilton, tan mal piloto como buena persona. Ron Dennis: mi más sentido pésame.

viernes, 10 de agosto de 2007

Hasta las señales mienten

Greg House, el insolente médico de la serie norteamericana encarnado por Hugh Laurie, reitera constantemente que todos los seres humanos mentimos. Aprendí en lingüística general de primero de carrera que el hombre es la única especie capaz de prevaricar. A una abeja nunca se le ocurriría engañar a sus congéneres para quedarse con todo el polen; a la gran mayoría de los seres humanos (no todos somos iguales), sí.
Lo que jamás se me hubiera ocurrido es que las señales de tráfico también mintieran. Para información de Pere Navarro, debo decir que las señales de tráfico me han engañado varias veces. La primera fue en la A 92. Las señales me indicaban que fuera hacia Córdoba por Antequera cuando estaba al lado de Écija. Como pensé que la DGT o la Consejería o el Ministerio (¿quién se encarga de las señales?) no tenía motivos para engañarme, seguí confiadamente las indicaciones hasta que, desesperado, a la altura de Estepa, me di la vuelta.
Este jueves volvió a ocurrir: en la A3 una señal informaba de que en la salida se hallaba un área de servicio. Y, o mis ojos se encuentran en lamentable estado, o allí no había nada. Ni gasolinera, ni bar... Un hotel en ruina. La salida me llevó en dirección a Minglanilla. Allí, tomando un café con leche en una cafetería (ni rastro de gasolinera), pensé que Pere Navarro y su gente me debían una.

sábado, 4 de agosto de 2007

Analogías sumarias




Algo muy extraño debe de estar pasando en este país (nación, nacionalidad, o meganación de naciones, qué sabemos nosotros) cuando escritores de la talla de Julio Llamazares dedican parte de su tiempo (varios artículos) a la cuestión del nacionalismo-regionalismo con recursos tan manidos como fuera de lugar. Siguiendo la moda al uso, no olvida don Julio la obligada alusión a Franco en los textos en los que se critica el centralismo castellano (es decir, centralismo es igual a dictadura), y mucho menos la comparación con alguna de las tragedias más desoladoras de la historia de la humanidad. Don Julio podría haber recurrido a la Guerra Civil, la represión franquista, el Holocausto nazi, pero en este caso se ha decidido por comparar un supuesto (y falso) acallamiento de la "cuestión leonesa" con los procedimientos de disuasión del bueno de Stalin. Mi ignorancia me ha impedido conocer las deportaciones de leoneses opuestos a la dictadura castellana a Siberia, o a los Ancares, donde también hace un frío que pela, ignoro las detenciones y ejecuciones sumarias, etc.
En su programa (lo vi en Sé lo que hicisteis), Manolo Giménez hizo una comparación de semejantes proporciones a ésta. Comparó las inundaciones de Villarrubia de los Ojos (creo), en la que cientos de personas perdieron sus casas (hay un barrio entero en construcción) con el anegamiento de su garaje.
Tal falta de perspectiva, más en un hombre de la talla de Llamazares, sólo puede explicarse en
el ambiente cargado, espeso, de identidades, valles, regiones, nacionalidades y naciones que salpican, empobrecen y lastran el progreso de este país.