La lectura de El niño con el pijama de rayas, de John Boyne, ha venido a corroborar la ineptitud de mi cerbro para vislumbrar grandes éxitos literarios. Si me dedicara al mundo editorial, acabaría con mis huesos en cualquier esquina del metro pidiendo, más que dinero, clemencia. O, más que clemencia, dinero. Así que dejaré ese trabajo en manos de verdaderos profesionales.
Digo esto porque he leído El niño con el pijama de rayas, que ha arrasado en las librerías de Irlanda, España y medio mundo, del que hablan hasta personas que habitualmente no emplean su tiempo en la lectura (quizás la saga de Harry Potter); he leído El niño..., digo, y no me ha parecido gran cosa; una novelita curiosa y poco más.
No soy muy dado a leer los libros de moda de cada momento (Código Da Vinci, etc.). Me embarqué en la lectura de la novela de John Boyne a través de Adela, que lo compró por los encendidos elogios que le dedicaban sus compañeras del Departamento de Lengua. El editor ha ideado, además, un método infalible para excitar la curiosidad del lector potencial: declarar secreto el argumento, porque conocerlo "estropearía la experiencia de su lectura". Sabían que había que mantener la discreción las compañeras de Adela, algún compañero mío, Adela y yo mismo, y nadie se fue de la lengua ni lo más mínimo (incluso soportando torturas), así que no esperen que revele en estas líneas un misterio que en realidad no es tal: uno descubre a las pocas páginas de qué va el invento (tal vez porque está sobreaviso) y por eso el enigma me parece más que nada publicidad, puro marketing.
No desvelaré, pues, el arcano. Sólo comentaré que los hechos están contados desde el punto de vista de un niño y que eso determina la sencillez extrema que preside toda la novela. El editor aprovecha esa sencillez para recomendársela a adultos y a niños desde los 13 años (no cabe duda de que el tipo es listo). Mi recomendación sería la contraria: me parece que es un libro para niños que puede leer, si lo desea, algún adulto. Tras su arrollador éxito, me he alegrado de no ser editor, porque para subsistir tendría que recurrir sin duda alguna a la delicuencia (más o menos) organizada.
¿Qué le ha parecido El niño con el pijama de rayas de John Boyne?