Ayer, Rafael Reig lanzó a los cuatro vientos una sugerente propuesta en Público. Su artículo versaba sobre la ya no tan reciente costumbre de utilizar juntas la forma masculina y la femenina (o, peor aún, la arroba) para evitar la discriminación por razón de sexo. No vamos a negar que la lengua es machista, porque la lengua es producto de la sociedad que la usa (y que, por tanto, la modifica) y nuestra sociedad es patriarcal. Rafael Reig no pretende que dupliquemos un sustantivo con sus dos formas genéricas, pues le parece una cursilería (lo de los vascos y las vascas del lehendakari consulting), pero propone una solución al parecer usada por los anglófonos que consiste en alternar el uso de ambos géneros en formas impersonales. No sé qué querrá decir exactamente con eso, porque Congreso de los diputados (o Congreso de las diputadas), que es el ejemplo que da Reig, no es ninguna expresión impersonal hasta la fecha.
La sociedad puede modificar la lengua, cierto, pero a su vez está determinada por ella, ya que la lengua la antecede. Un hablante no puede cambiarla a su antojo, porque las lenguas son convencionales y sirven para entenderse. Es decir, si yo leo Congreso de las diputadas pienso que allí sólo hay mujeres, porque el femenino se emplea exclusivamente para personas de ese sexo, diga lo que diga un usuario concreto.
Si las feministas vieran el lado positivo de las cosas, se darían cuenta de que en cierto modo las mujeres están privilegiadas por ese machismo, ya que poseen en la lengua un género exclusivo para ellas, mientras que los hombres tienen que compartir el suyo con las féminas. Sería algo así como lo mío, mío, y lo de los demás, a medias.
Lingüísticamente, la explicación es más simple, porque no está contaminada por la dictadura de lo políticamente correcto. Las lenguas se rigen por dos principios. Uno de ellos es el principio de economía. Es un principio que seguimos muchos seres humanos: no gastes más energía de la estrictamente necesaria. Por eso no hay tres géneros, sino que a uno de ellos se le asigna su valor propio más el de la totalidad, el del conjunto. En lingüística a este último se le conoce como término no marcado en cuanto al género. A mis alumnos les suelo poner el ejemplo tipo: día y noche. Día es el término no marcado. Es el período de tiempo que goza de la luz solar, pero también se refiere al día completo, que incluye la noche. Así el hablante no tiene que usar más que dos palabras, se ahorra una. Y lo mismo sucede con el género. Que en ello ha influido (inconscientemente) el machismo imperante en nuestra sociedad desde hace siglos es evidente. Pero pretender corregirlo artificialmente como quieren los políticos (tan afectos a lo políticamente correcto) y las feministas de raza (¿por qué no exigen que se diga pianisto?) no resuelve el problema. Ni lo resuelve la imaginativa solución de Rafael Reig. El sistema que usa la lengua es perfecto y cambiarlo significa convertir al género femenino en el término no marcado, porque a ningún hablante que no dé discursos políticos jamás se le ocurrirá habla a sus amigos y a sus amigas sobre los diferentes temas y temos de los que les apetezca (o apetezco) hablar. Y una vez allí, la situación será simétricamente tan discriminatoria como la actual. Después de recorrer un camino tan largo, tendríamos que desandar lo andado con tanto sacrificio.
5 comentarios:
Lo políticamente correcto es la uniformidad de lo mediocre: igualar por lo bajo. Pero es tan osado que se cree capaz de cambiar la lengua y, dentro de nada, la temperatura.
Besos,
Diego
Hola!
Se supone que ya se puede decir una palabra en femenino cuando hay mujeres y hombres, de igual forma que se dice en masculino si hay un hombre y varias mujeres ¿no? ¿O estoy equivocada y no es así...?. Es que me pierdo algo en el tema de gramática…
No estoy totalmente de acuerdo en la parte que las mujeres (buenos has nombrado a las feministas) deberíamos ver el lado positivo a tener un vocabulario solo para nosotras... Yo, personalmente, no quiero un vocabulario solo para nosotras, como no quiero un día solo para nosotras o unos trabajos solo para nosotras... A mi lo que me gustaría es que no hubiera "algo" solo para "alguien" sino que fuera "todo" para "todos" y que una palabra, trabajo, adjetivo, etc., no fuera exclusivo para un sexo... No estoy nada de acuerdo con el feminismo de igual forma que no lo estoy con el maxismo… Creo que ambos dos pensamientos están fuera de lugar...
Sobre el machismo, solo una vez lo viví... Durante una parte importante de mi vida trabaje en una cadena de montaje en una fabrica de automóviles y mis compañeros eran hombres. Siempre estuve muy a gusto con ellos y no note el maxismo hasta que me dijeron que según que trabajos de la cadena no podía hacer por ser mujer... Bueno, me explicaron que era por tener menos fuerza. Jamás hice caso, primero debía comprobar que podía o no con dicho puesto. No me gusta dar por sentado que con algo no puedo... Una vez fui capaz de hacerlo sin ningún tipo de problema (es más, se convirtió en el puesto de trabajo que más me gustaba), la otra me costo algo más pero podía hacerla...
Sobre cambiar la gramática, no sabría que decir puesto que creo que aún debo aprender mucho más de ella (sobre todo para escribir...) y bueno, tampoco quiero decir nada que no tenga mucho sentido ;-)
¿Cómo ha ido el finde? Besicos
Impecable en lo lingüístico. En lo otro, prefiero no entrar, que podría salir trasquilado.
Sólo una cosa: aquel o aquella que pretenda un cambio en el sistema debe comenzar a usarlo. Si al final consigue su generalización, el sistema cambiará si no, no. Las cosas son así de simple.
A buenas horas va a cambiar este señor la gramática...
Me ha encantado lo que has escrito.
un bsazoooooo!
Lo políticamente correcto es lo culturalmente incorrecto, de eso no cabe duda, Diego.
Nerea, me parece que no se puede decir en femenino si hay mujeres y hombres. El finde bien. ¿El tuyo?
Pedro, digamos que el que lo pretenda debería hacer una OPA hostil. Las acciones aquí no se lanzan, se dicen.
Gracias, Nuria.
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