Ayer escribía Marta Rivera de la Cruz en su magnífico blog que estaba a punto de estrenarse una película que no es sino un remake hollywoodiense de la alemana Deliciosa Martha.
Durante el Siglo de Oro y, especialmente en el siglo XVIII, los escritores de teatro españoles se basaban en obras anteriores y las daban a las tablas. Por ejemplo, El alcalde de Zalamea de Calderón es un remake de otro Alcalde de Zalamea escrito por Lope de Vega unos años antes. El gran éxito del teatro (de la Comedia Nacional), la profusión de escritores y la capacidad de escritura de algunos de ellos (con Lope a la cabeza, por supuesto) provocaron que pronto hubiera que recurrir a argumentos ya tratados por otros dramaturgos, en muchas ocasiones tomando partes del texto. Esa obra recibía el (a mi modo de ver) precioso nombre de refundición, que es el equivalente del actual remake (rehacer-refundir), con la ventaja de que a aquél no hay que adaptarlo ni a la fonética ni a la escritura del castellano.
En tercero de carrera, Irene Vallejo, a la que Pedro Ojeda recordará perfectamente, nos obligó a leer una refundición dieciochesca de El burlador de Sevilla firmada por Antonio de Zamora. Se titulaba No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague o El convidado de piedra, y no tengo la menor duda de que el título era lo mejor de un horrible drama de deslavazada y torpe escritura en el que primaba el aparato sobrenatural, es decir, los efectos especiales (nada nuevo bajo el sol), sobre los demás elementos teatrales, especialmente los literarios. Cuando lo leí, me pregunté sorprendido cómo era posible que hubiera tanta diferencia de calidad entre el original y la refundición, dado que ésta se había basado en la versión primigenia; pero luego encontré ejemplos actuales que me sacaron de mi asombro. Por ejemplo, Abre los ojos frente a Vanilla Sky. Esperemos que la refundición de Deliciosa Martha corra mejor suerte.
Durante el Siglo de Oro y, especialmente en el siglo XVIII, los escritores de teatro españoles se basaban en obras anteriores y las daban a las tablas. Por ejemplo, El alcalde de Zalamea de Calderón es un remake de otro Alcalde de Zalamea escrito por Lope de Vega unos años antes. El gran éxito del teatro (de la Comedia Nacional), la profusión de escritores y la capacidad de escritura de algunos de ellos (con Lope a la cabeza, por supuesto) provocaron que pronto hubiera que recurrir a argumentos ya tratados por otros dramaturgos, en muchas ocasiones tomando partes del texto. Esa obra recibía el (a mi modo de ver) precioso nombre de refundición, que es el equivalente del actual remake (rehacer-refundir), con la ventaja de que a aquél no hay que adaptarlo ni a la fonética ni a la escritura del castellano.
En tercero de carrera, Irene Vallejo, a la que Pedro Ojeda recordará perfectamente, nos obligó a leer una refundición dieciochesca de El burlador de Sevilla firmada por Antonio de Zamora. Se titulaba No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague o El convidado de piedra, y no tengo la menor duda de que el título era lo mejor de un horrible drama de deslavazada y torpe escritura en el que primaba el aparato sobrenatural, es decir, los efectos especiales (nada nuevo bajo el sol), sobre los demás elementos teatrales, especialmente los literarios. Cuando lo leí, me pregunté sorprendido cómo era posible que hubiera tanta diferencia de calidad entre el original y la refundición, dado que ésta se había basado en la versión primigenia; pero luego encontré ejemplos actuales que me sacaron de mi asombro. Por ejemplo, Abre los ojos frente a Vanilla Sky. Esperemos que la refundición de Deliciosa Martha corra mejor suerte.
3 comentarios:
Refundiciones como segundas partes, nunca fueron buenas.
Un beso desde Rioseco hasta el Carlton Banks.
Álvaro
Confirmo todo lo dicho, alegrándome de la cita de Irene.
Subscribo el comentario, con dos ligeros matices que no niegan sino que amplían. El primero: la obra de Zamora, que no es de la calidad de la de ¿Tirso? como acertadamente afirmas, contiene un avance en el final que será explotado sabiamente por Zorrilla para que Don Juan sea perdonado. La segunda: las refundiciones nos documentan cómo son los gustos de una sociedad. La diferencia entre ¿Tirso? y Zamoza no es sólo entre ¿Tirso? y Zamora, sino entre el público de uno y el de otro. Véanse, como dices, las refundiciones norteamericanas de cine europeo. Uff.
Lo malo, es que, al final, todos terminamos comiendo hamburguesas...
Saludos en ferias.
Tienes razón, Pedro. Las obras de Zamora y las de tantos otros son muy reveladoras para los estudiosos, que no pueden dedicarse a leer exclusivamente obras por su calidad literaria.
Un abrazo
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